Agnes
Apenas pude guardar la compostura en el camino hacia mi habitación, las emociones parecían rebosar mi pecho como si de agua se tratara. Había perdido el control, y con pesar debía admitir que me sucedía desde el momento en el que arriesgué mi vida por salvar a Chalamet. Fui cavando mi propia tumba permitiendo su cercanía, relacionándome con él, dejando que me conociera aunque fuera de forma mínima, abriendo grietas en el escudo que tanto me había costado construir.
Al cerrar la puerta de mi habitación a mis espaldas, caí en cuclillas sobre el piso, abrazando mis piernas mientras el llanto que había permanecido dentro de mí salía a mares. Tanto tiempo había pasado sin sentir algo en absoluto que ahora no sabía qué hacer con todo lo que brotaba en mi pecho. Estaba preocupada por cómo se resolvería esta guerra, por todas las vidas que dependían de mis decisiones y cómo podíamos reajustar a los soldados para no ser atacados y, además, tras el encuentro con Chalamet, se agregaba la tristeza por recordar a mi amigo, el enojo porque me había permitido ser vulnerable y la furia porque tomando el riesgo de serlo, a mi interlocutor no le importó y no creyó nada de lo que le dije. Aunque no quisiera admitirlo, sus frases se habían clavado como puñales en mi pecho: «No mereces ser amada», me lo repetía incansablemente desde que Cara había fallecido, pero era la primera vez que alguien que no sabía su historia me lo decía y lo peor había sido que era la misma persona a la que le estaba abriendo mi interior.
Sabía que tenía pendientes por atender: una reunión, la evaluación de los avances de los soldados, la estrategia del encuentro con la Nación del Norte, la reubicación de las unidades y el análisis de los territorios actuales: no podía lanzarme a llorar todo el día, por lo que decidí poner una alarma en mi reloj de pulsera, dándome un tiempo libre para procesar lo qué sentía, todo lo que tenía encima y dejar de huir de mis sentimientos de una vez por todas, pero, a la vez, sin dejar de atender mis pendientes. Podría manejarlo todo, como siempre.
Un sonido proveniente de mi muñeca y unos golpes en mi puerta me sacaron del estado de inconsciencia en el que estaba. Noté que me había quedado dormida en el suelo llorando, me dolía la cabeza por la posible deshidratación que había sufrido tras el llanto. Me puse de pie mientras apagaba la alarma en mi reloj: estaba a tiempo.
―Ya voy ―grité mientras iba al baño y veía mi reflejo en el espejo, unos ojos hinchados y vacíos me devolvían la mirada con pesar. Me eché agua al rostro y lo restregué con una toalla. Esperaba que no se notara lo demacrada que me veía tras el episodio de lágrimas. Sobé mis ojos una vez más y me dirigí a la puerta, abriéndola y percibiendo como un par de ojos se posaban con preocupación sobre mí.
―Agnes ―exclamó confundido con el ceño fruncido y empujando mi cuerpo con el suyo dentro de la habitación. Tomó mi barbilla entre sus manos y miró mi rostro con detenimiento―, ¿qué sucede, Ag? ―preguntó mientras sus ojos preocupados danzaban de facción en facción en mi rostro buscando una respuesta. No supe si decir la verdad o zafarme de su agarre y en los segundos de indecisión me encerró en sus brazos sin dudarlo―. No tienes que responder si no quieres, estoy aquí para ti.
―Julián ―respondí suspirando y dejándome hundir en su pecho―, yo... ―empecé, sin saber bien qué decir o qué tanto decir.
―Lo sé ―respondió, y pensé que me regañaría, desde el inicio él supo que la llegada de Chalamet no sería buena para mí, me lo dijo y lo ignoré. En su momento fue insistente sobre abandonar el rescate de la Z-8 y no lo escuché, bajo la premisa de que podía cuidarme sola, pero, al final, él tenía razón―, es difícil, te estás dando de cara con cosas que no experimentabas hace mucho. Sé que cerraste tu mundo emocional hace mucho ―tomó aire profundamente―, y que tengo el privilegio de que me permitas visitarlo de vez en cuándo, pero es normal que te sientas abrumada ahora.
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Entre el fuego y la guerra ▪︎ T. Chalamet
FanfictionEn un mundo que vive en una guerra constante, ella comanda una de las más grandes fuerzas y busca encaminar a su Nación a la victoria absoluta. Él, por su parte, solo busca detener el innecesario derramamiento de sangre y encontrar paz para toda la...