Entre el fuego y la guerra ▪︎ T. Chalamet

XXXIV. Cara

TW: El siguiente capítulo contiene narraciones de abuso sexual

Agnes

Explicarle lo que había vivido junto a Cara era difícil, pero de alguna forma sentía que se lo debía. Le debía, si no era una declaración de mis sentimientos, al menos honestidad.

—Cara era mi novia cuando era más joven —empecé a narrar. Él me miraba atento con los ojos centrados en los míos a la expectativa—. Ambas ingresamos al cuerpo militar juntas, estuvimos en la misma unidad. A medida que pasaba el tiempo, me iban ascendiendo, resulta que era buena para todo lo que involucraba ser una soldado —añadí con una mueca en los labios—, ella no lo era tanto, era una chica dulce y sensible, ni siquiera debió haberse inscrito, pero ya sabes, muchas familias atraviesan necesidades económicas y no hay de otra.

—Entiendo —susurró, sin saber lo que venía más adelante.

—Esta no es la primera vez que me secuestran —necesité aclarar antes de proseguir—. He estado secuestrada infinidad de veces, pero siempre lograba huir y volver a la unidad en la que estaba. Hasta ese entonces todo seguía siendo un campo de rosas para mí: tenía a la chica soñada, se me daba bien lo que hacía, reconocían mi trabajo, era prácticamente intocable.

—La penúltima vez que me secuestraron, me amenazaron. Yo intuía que estaban preparando algo sucio, pero era joven y confiada, no pude prever nada, no encontré evidencias de nada y solo lo dejé pasar. Con el tiempo olvidé su amenaza y volví a lo mío. Fue el peor error que pude haber cometido y quiero pensar que seguirá siendo así.

—Una noche, me dirigí hacia un campo de entrenamiento donde Cara y yo solíamos pasar el rato, pero no se presentó. Fui a buscarla a su habitación y tampoco estaba. En ese entonces había un sargento a cargo cuyo nombre era Alfredo, le informé de inmediato, y quizá por el prestigio que estaba ganando, me escuchó y mandó a buscarla en toda la unidad. La buscaron hasta que amaneció, sin respuesta. En cuanto Alfredo me mandó a descansar, encontré un papel en mi cama con unas coordenadas. Salí corriendo inmediatamente al área de cartografía para que me indicaran cómo ir.

—Al inicio, creyeron que era una trampa, pero insistí e insistí. De tanto insistir, me otorgaron un helicóptero para acercarme al lugar, siempre y cuando mantuviera activo el GPS, me permitieron ir sola. Al llegar, era claro que me estaban esperando, no me asusté pues ya había pasado por eso, solo temía por ella. Entré a esa construcción e inmediatamente me amarraron y cubrieron mi vista, no pude defenderme y, a decir verdad, tampoco lo intenté, no iba a servir de nada.

—Cuando volví a ver, ella estaba en un cuarto, encadenada al piso y frente a mí... —tomé aire y cerré los ojos, él posó su mano sobre la mía suavemente—, frente a mí estaba Cara atada, herida e inconsciente. Grité su nombre tantas veces como la garganta me permitió, pero no despertó. Yo no podía liberarme, cada vez que jalaba de las cadenas, estas emitían electricidad contra mi cuerpo.

—Tras unas horas en las que tuve que verla herida sin poder hacer nada, entró Antón. Sí, el mismo que tenemos bajo custodia en la unidad —añadí cuando vi la pregunta en sus ojos—, y fue ahí que empezó la pesadilla.

—Esperó a tenerme ahí para empezar a abusar de ella. Incluso estando ella inconsciente. Ella no le importaba en lo más mínimo, solo quería destruirme usándola a ella. No había gritos suficientes para pararlo, ni ofrecimientos, ni secretos que pudiera darle. Llegué a ofrecerme a mí misma, con el fin de que ella pudiera recuperarse, pero no aceptó. Las cargas eléctricas con mis movimientos aumentaron, pero no me detuve, intenté zafarme de las cadenas hasta el último momento.

—Él intercambiaba violaciones y golpes, así que el cuerpo de Cara lograba estar consciente una cuarta parte del día. La primera vez que despertó y me vio, me reprochó haber caído en su juego, me reclamó preocuparme por ella lo suficiente como para ponerme en riesgo. ¡Como si el amor no fuera suficiente motor para ir por ella al otro lado del planeta!