XVIII. Revelaciones

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Agnes

(El siguiente capítulo contiene escenas +18)

―¿Estás segura de que no quieres que alguien más te acompañe? ¿No quieres que yo te acompañe? ―dijo haciendo énfasis en "yo".

Me encontraba recostada en el pecho de Julián en mi habitación mientras platicábamos. Al parecer, no se sentía confiado de que mi única escolta fuera Chalamet, yo tampoco lo estaba para ser honesta, pero confiaba en mis propias capacidades de cuidarme más que en las suyas y sabía que no había otra opción.

―Iría sola si dependiera de mí ―respondí trazando círculos sobre su pecho. Me gustaban estos momentos. Lo que más rescataba de mi relación con Julián era justamente esto, poder pasar tiempo solo charlando, olvidándonos de todo lo demás, tener un espacio seguro, algo parecido a lo que se llama hogar.

―Agnes ―suspiró pesadamente―, a veces olvidas lo importante que eres acá ―expresó tomando mi mano y llevándola a su rostro mientras cerraba sus ojos, como si quisiera memorizar el tacto de mi mano contra su piel.

―No me pasará nada, Julián, no seas preocupón ―bromeé con el fin de bajar la tensión mientras volteaba a ver el reloj que se encontraba sobre la puerta.

―¿Ya debes irte? ―susurró contra mi pelo al notar hacia donde dirigía mi mirada.

―Sí, me toca guardia desde la torre de las chicas ―expliqué. Habitualmente me encontraba en la zona de los chicos porque era el lugar donde más población había, pero igual realizaba actividades en la otra zona a menudo.

Me levanté, tomé mis prendas y me vestí. Sería una noche larga, hoy me tocaba realizar la guardia con Andrea e Isabella, la hermana menor de Cara, ambas se habían enlistado hace un par de semanas e Isabella había prácticamente exigido estar en mi unidad, no tuve corazón ni argumentos suficientes para negárselo, por lo que ahora debía lidiar con esa versión mini de Cara.

Al llegar, ambas ya estaban ahí y se encontraban conversando. Cuando percibieron mi presencia se pusieron de pie y realizaron el típico saludo militar que tanto odiaba.

―Descansen ―dije acercándome a ellas y tomando asiento a su lado―, presiento que esta noche será calmada, estamos llenas de estas últimamente.

―Comandante Evans... ―habló con voz baja Isabella, llamando mi atención. Sus rasgos eran muy parecidos a los de Cara, la mueca que realizaba con los labios ante una duda era idéntica, también tenía la larga cabellera rizada pelirroja, los ojos de un verde profundo y las pestañas largas, «... tan largas que podrían batirse y ocasionar un remolino.», le decía a Cara cuando aún estaba a mi lado y ella pestañeaba sin cesar mientras su dulce risa inundaba el ambiente y yo era plenamente feliz.

―Disculpa ―murmuré al notar que me había perdido entre mis pensamientos, regresando mi atención hacia ella.

―Si desea chocolate caliente ―repitió, ofreciéndome una tacita llena de líquido marrón, la cual tomé con una sonrisa. El invierno empezaba a caer sobre nosotras sin piedad alguna y por más fuertes que pudiéramos ser, no podíamos escapar del frío.

―Gracias ―musité mientras tomaba un sorbo de la bebida, mi cuerpo lo agradecía profundamente―. Está muy bueno.

―Gracias, yo lo preparé ―dijo esbozando una sonrisa tímida. No había tenido muchas oportunidades de conocerla ni de entablar conversaciones con ella hasta ahora, que prácticamente estaba obligada a ello, pero parecía amigable y me sentí segura al no haber rumiado sobre el pensamiento que me ponía en alerta sobre su presencia y lo incómoda que podría ser―. Bueno, nosotras ―se corrigió incluyendo a Andrea, quien sonrió en respuesta.

Entre el fuego y la guerra ▪︎ T. ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora