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Abrí mis ojos lentamente, y miré una habitación que no era mía, al momento de querer levantarme sentí un peso sobre mí abdomen.

Froté mis ojos y miré a Sam.

—Que lindo te ves.

Me volví a recostar e hice el ademán de cerrar los ojos, pero algo llamó mi atención.

La muñeca de Sam, tenía una cicatriz, algo como que lo habían inyectado.

¿A eso fue al hospital?

Se miraba reciente, tenía que ser el, ¿Pero y el abuelo?, Tengo que saber más.

Pero todo era perfectamente calculado, estaba recostado en la cama, tenía mareo, se desmayó, la seña de la vacuna.

—¿Sam?, ¿Sam? —Él se movió y se quejó.

—... ¿Amor?, Despierta.

Tardó unos segundos pero abrió los ojos y me miró.

—Hola.

—Sam.

—¿Sí?

—¿Qué es lo que pasa que no me quieres contar? —Él frunció el ceño.

—¿De qué hablas?

—De que tú fuiste al hospital, pero no solo por tu abuelo.

Abrió los ojos como platos y lo miré con el ceño fruncido.

—Sam, dime por favor, puedes confiar en mí.

—No, no puedo.

—¿Qué?

—No puedo decírtelo Benazir, agradezco que tú me hayas contado lo que te pasó, pero no puedo contarte nada.

—Está bien —Me levanté de la cama y lo miré con los ojos llenos de lágrimas—. No me digas, nos vemos después Sam.

Caminé hacia la puerta y la abrí.

—Benazir...

Me detuve y tragué saliva.

—Confié en ti, puedes hacer lo mismo.

Solo llegué de la casa de Sam, y subí las escaleras para recostarme en mi cama, no quería saber nada más de Sam ni de nadie, Sam podía decirme lo que quisiera, seguro no está listo y lo presioné mucho.

Tocaron la puerta y tomé una almohada pequeña y la lanze a la puerta. Volvieron a tocar y suspiré.

—¡¿Qué quieres Dulce?!

—¿Bena? —Abrí los ojos como platos al escuchar esa voz.

Esa voz...

Me levanté rápidamente y limpié mis lágrimas.

Al abrir la puerta no podía creer lo que mis ojos miraban.

—Diego...

Empecé a llorar y el se acercó a mí para abrazarme, me tomó en sus brazos y lo miré.

—¿Q-qué haces aquí? —Limpie mis lagrimas y sonreí.

—Quise venir a verte.

—¿Cuando llegaste a la ciudad?

—Hace dos días.

—Te...

—Yo también te extrañe Bena y mucho, se que con mi hermano tenían una relación muy linda, pero...

Me soltó y lo miré con el ceño fruncido, me limpié las lágrimas que seguían cayendo y él se tocó el cabello.

—Te tocas el cabello, algo ocultas lo sé Diego.

Deja que me vaya ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora