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Benazir

Héctor quería que lleváramos a Sam al hospital, él dijo que solo sintió un mareo y por no comer se desmayó, aún así no me gustó nada, la tormenta seguía y tuvimos que ir a la casa de Sam.

Nos costó mucho volver, pero ya habíamos llegado sanos y salvos.

Héctor estaba llamando a su secretaria para que le dijera a sus pacientes de que no iba a dar terapias, y era obvio, la tormenta era algo que enserio no se podía ignorar.

Me gustaba la casa de Sam, eran muy detallistas, había fotos de Sam, América y el hermano, nunca me fijé en él. Habían unos pingüinos en la pared de madera y fue el detalle que más me gustó y llamó la atención.

—Es un regalo... una historia —Habló Hèctor.

—¿Puedo escucharla? —Él asintió.

—Pues será noche de familia.

Todos estaban sentados en los sofás, América estaba dormida y según la mamá de Sam estaba un poco enferma, América no comía, y dormía más de lo habitual.

Pobre América.

—Perdón...

Susurré y Sam tomó mi mano con cariño.

—No te disculpes, estábamos discutiendo, y eso lo dijiste sin pensarlo.

—No debí decirlo.

Me dió un beso corto en los labios y sonreí.

—Creo que se tendrán que quedar, la tormenta aumenta y las noticias dicen que es peligroso salir —Comentó la mamá de Sam —, es uno de los huracanes más fuertes que ha habido aquí, así que llamen a sus padres para avisarles, se pueden quedar aquí, no hay ningún problema.

Quedarme...

Ojalá mi papá esté bien.

Tomé mi teléfono y empecé a escribirle.

Yo:¿Papá, estás bien?, Por lo de la tormenta me quedé aquí en la casa de Sam, pero no te preocupes, estoy bien.

No tardó mucho en escribir.

Papá:Me quedé atrapado en el trabajo, aquí estamos con unos compañeros, pero estoy bien, quédate ahí, te amo.

Yo:Te amo papá.

Sonreí y miré a Sam que quería ver con quien hablaba, sonreí y él me dió un beso en la mejilla.

—Bueno, Bruno tu en la habitación de invitados con... Lizzy, no la molestes —Él sonrió, tenía algunos rasgos iguales a Sam —, y Sam tú con tu novia.

Él chico se llama Bruno, un lindo nombre.

Nos sentamos todos en el suelo de la sala de estar, encendieron velas y apagaron las luces, despertaron a América y estaba sentada junto a Hèctor y Margarita, se veía muy mal y muy pálida, estaba tomando un suero sabor a fresa para las defensas.

—Bien, hay tres historias por contar, ¿cual quieren escuchar? —Preguntó Hèctor y sonreí.

—¿Cuales son? —Preguntó Lizzy.

—La primera es la historia de Sam y Bruno —Habló Margarita.

—La segunda es la historia de como obtuvimos nuestra casa —Habló Sam esta vez.

—Y la tercera de cómo salvamos a una chica —Dijo Bruno y esa pareció interesarme.

—¿Por qué no cuentan las tres? —Sugerí y Sam asintió.

—Bien, empiezo yo —Margarita empezó a hablar.

"Bruno era el mayor, pero Sam él más portado, Bruno y Sam se veían cada tres meses, ellos no se llevaban nada bien pero si hacían alguna maldad para eso se unían siempre, cuando Sam tenía quince años y Bruno casi diecinueve
Dormir juntos, no, no puedo, bueno en la casa de verano dormía sola, y esa vez que dormí con el fueron solo unas horas.

Sam me miró y una sonrisa pícara se formó en sus labios.

Cubreme virgen de la obsesión.

Lizzy estaba demasiado feliz por dormir con Bruno, aunque el casi no le prestaba atención, estaba esperando a Sam para darle las medicinas, había entrado al baño y no había salido.

Me levanté de la cama y toqué la puerta.

—¿Estás bien? —Se escucho el sonido del sanitario y unos minutos después salió él.

—Estoy bien, ¿Quieres ver una película?

—Prefiero escuchar la tormenta.

Asintió y rápidamente nos acomodamos en su cama, las luces estaban apagadas, pero tenía una lámpara color azul que se veía algunas cosas, el fuerte sonido de las gotas de agua se escuchaban caer, el viento resoplar, y los sonidos de los truenos.

—No me gusta el café.

Lo miré curiosa al escucharlo decir eso repentinamente.

—¿Qué?

—El café negro no me gusta, y es raro porque los capuchinos y otras cosas que traen café si.

Sonreí y él tomó delicadamente mi rostro, con su pulgar tocó suave mi rostro y cerré los ojos al sentir su tacto.

—Tu es belle Benazir.

Abrí mis ojos y miré su rostro, estaba mordiendo su labio inferior y mirándome fijamente.

—¿Eso es francés?

—Lo intento, Duolingo es el mejor.

Sonreí.

—Gracias, tú también eres lindo.

—¿Me entendiste? —Su francés era lindo, muy cute, pero no era como el mío.

—Mi mamá era de Francia, y le entendí un poco a tu francés.

—Okey, okey, burlarte.

Me reí y el puso los ojos en blanco.

—No te enojes, pero fue gracioso.

Él sonrió y con mi mano derecha toqué su cabello, cerró sus ojos al sentir mis dedos jugar con su cabello.

—Sam...

Él abrió los ojos y sonreí.

—¿Y sí cantamos una canción? —Él soltó una risa.

—Eso es muy cursi Benazir.

—Cursi, pero lindo.

—Cantaré, pero no te burles de mi voz.

Sonreí.

—Te miro, me miras y el mundo no gira, todo parece mentira.

Él me dió una sonrisa y siguió la canción.

—Tu sigues, yo sigo, es nuestro castigo, fingir que somos amigos...

—Y cuando no haya testigos...

—Mi vida entera de daré...

—Cuando nadie ve.

Deja que me vaya ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora