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Sam

Todo lo que había pasado era mi culpa, no tenía que dejarla sola, ¡¿En que pensaba?!

Pero estaba a salvo, gracias a Dios la salvé antes de que esos malditos desgraciados le hicieran algo.

Ella estaba asustada y sabía que estaba muy nerviosa, en ese momento solo quería abrazarla y nunca soltarla, ella era todo para mi y con el simple hecho de saber que la dejé sola me dolía tanto.

Ella me miró con lágrimas en sus ojos.

—No llores Benazir, no fue para nada tu culpa.

—No debí irme sola.

—No debí dejar que te fueras sola, todo es culpa mia —Y lo era, los juegos podían esperar, ella me importaba demasiado

—No Sam...

—Si que lo es, yo tengo la culpa, pero no llores, no me gusta verte llorar.

Ella se limpió las lágrimas y me dió una sonrisa de boca cerrada.

—Gracias por llegar a tiempo.

—Siempre estaré para ti, no dejaré que algo malo te pase y te prometo no volver a dejarte sola.

—¿Nunca? —Un nudo se formó en mi garganta.

Le dí un beso corto en los labios y no dije nada, no podía prometer eso y era horrible pensar que no estaré para ella siempre, que no la defenderé o cuidare porque tengo que irme.

—¿Benazir?, ¿Qué pasa? —Preguntó mi hermana apareciendo.

—No es nada América, ¿Quieres jugar algo? —Le preguntó Benazir.

—¡Sí!, ¿Sam? —Abrí los ojos como platos.

—No, América no, ese juego es para niños.

—¿Dé cuál juego hablas? —Miré a Benazir.

—No te diré, porque no lo jugaremos.

Ella me puso mala cara.

—¿Cuál es América? —Le preguntó.

—Es el baile de la taza —Ya valí.

—Ouh, ya sé cuál es —Dijo Benazir sonriendo.

—¡Ves, Sam!, Bena también quiere jugar, hazlo por ella —Tenían que ser mujeres, se apoyan entre ellas.

Suspiré.

—Está bien, lo haré.

"Soy una taza, una tetera, una cuchara y un tenedor, un plato ondo, un plato llano, un cuchillito y un tenedor, soy un salero, azucarero, la batidora y una olla exprés, ¡Chu chu! —Me senté y Benazir se acercó a mí.

—¿Ya te cansaste? —Asentí.

—... Vamos arriba, tienes que dormir.

—No tengo sueño —Comenté y ella frunció el ceño.

—No te estoy preguntando Sam.

Puse los ojos en blanco y me levanté.

—Después vengo América, sigue bailando.

América asintió y siguió bailando.

—¿Qué es lo que querías ser de niño? —Me preguntó ella y sonreí ante su pregunta tan inesperada.

—Papá.

Ella se detuvo al igual que yo.

—¿Qué pasa?, ¿Dije algo malo? —Ella negó.

Deja que me vaya ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora