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No la miraba bien, había cambiado, ¿Mis papás le habían dicho la verdad?

Estaba sentado comiendo la rara comida del hospital, ella a un lado mío leyendo un libro.

—¿Benazir? —Me miró rápidamente — .... ¿Cómo sigue América?

—Ella... Está bien.

—Dime la verdad.

Suspiró.

—Sigue mal, hacen lo posible, pero es dengue amor.

Sabía que América estaba mal, mis papás no querían hacerme caso, y ahora ella tenía que pagar las consecuencias.

El líquido se le había ido a los pulmones, y ahora estaba más mal de lo que estaba antes, solo un milagro podía salvar a mi niña, y eso me hacía sentir más mal.

—... Pero tus papás se encargan de eso.

No dije nada.

—Amor...

—Necesito estar solo amor.

—Pero...

—Solo necesito un tiempo a solas.

—No.

La miré fijamente.

—¿Qué?

—No Sam —Tragué saliva —, he hecho mucho por ti, casi no voy bien en mis clases, perdí amigos y todo por ti, y no te estoy culpando, pero somos una pareja y lo hago por amor, porque ya sé todo.

—¿Qué? —No podía saber todo.

—Me lo dijo Lizzy, pero yo tengo la esperanza de que...

—No, no tengas esperanza.

—¡Pues la tengo!, Y no quiero dejar de creer de que ya no vas a estar conmigo Sam.

—¡Pues afronta la verdad! ¡Ya no estaremos juntos!, Y ahora que ya lo sabes más rápido pueden quitarme los medicamentos y morir en paz.

No dijo nada.

—Afronta la verdad Benazir, yo voy a morir, y solo dejé que hicieran esto para estar más tiempo contigo.

Negó con la cabeza y empezó a llorar —No Sam, no me hagas esto, dame más tiempo, quiero pasar mas tiempo contigo, te lo ruego.

—No puedo Benazir.

Caminó hacia la puerta y salió.

Respiré profundo y empecé a llorar.

—¡Carajo! —Solté.

Me levanté y empecé a botar todo lo que había en la mesita de noche.

Patee la mesa y caí al suelo, miré el techo y tensé la mandíbula.

—¿Por qué, eh?, ¿Por qué me haces esto?, ¡Carajo, ¿por qué?!

Sollocé, yo quería pasar mas tiempo con ella, no quería dejarla.

¡¿Por qué?!

Mas tiempo... Duele, pero la dejaré un poco más de tiempo.

*

—¿Mas tiempo? —Asentí.

—Doctor Max, por favor, se lo ruego.

—No lo sé Sam.

—Solo unos cinco meses más.

Negó con la cabeza.

—Tres meses eso máximo que puedo hacer por ti, y eso significara más dolor, más sufrimiento para ti...

—No importa, yo hago lo que sea con tal de estar con ella más tiempo.

—Está bien Sam.

Me levanté de la silla y salí de la oficina del doctor, caminé por esos malditos pasillos directo a la habitación de mi hermanita, es la primera que vez que la miraré ahí.

Estaba con un bastón ya que me dolía demasiado el cuerpo, mi cabello empezó a ver y ahora tenía el corte militar, y ese poco cabello también empezaba a caer, tenía un gorro en mi cabeza y mi bata azul que solo me cubría hasta las rodillas.

Qué horrible me he de ver.

Entré a la sala de los niños, ahí habían algunas madres con bebés, otros doctores, me acerqué a una enfermera.

—Hola.

La muchacha me miró y me sonrió.

—Hola, ¿Se te ofrece algo?

—Estoy buscando a una niña, América.

—Oh sí, la dulce de América, es esa sala —Me apuntó y le sonreí.

—Muchas gracias.

—Un placer ayudarte.

Caminé hacia la sala que me había dicho, respiré profundo y abrí la puerta.

Ahí estaba América con unos tubitos en sus fosas nasales y muy pálida.

Me acerqué a ella y me miró.

—¡Hola América!

—Sam... Viniste a verme.

—Aquí estoy, ¿Cómo te sientes?

—Bien...

—No me mientas.

—Yo... Escuché a papá y a mamá decir que podía morir.

Un nudo se formó en mi garganta.

—No, no, seguro escuchaste mal, tú estás bien,.y pronto saldrás de aquí.

Me dió una sonrisa de boca cerrada, estaba más pálida de lo normal, sus labios morados, y ojeras.

—¿Y Benazir?

—En su casa creo.

—Benazir viene siempre a verme, me trae comida pero yo no tengo hambre.

—Pero tienes que comer.

—No.

—América.

Ella solo asintió.

—En dos meses saldré posiblemente —Comentó.

—Claro que saldrás, ¿Y sabes que? —Ella me miró curiosa —, cuando salgamos comeremos helado.

—¡Sí!, Ya no quiero la fea comida de aquí.

—Sí, lo sé, guácala.

Ella sonrió.

—Me alegra verte.

—¿Vendrás mañana? —Preguntó con una media sonrisa.

Asentí.

—Te quiero Sam.

—Y yo a ti América.

Salí de la sala y me encontré a mi mamá.

—Hijo, ¿Qué haces aquí?

—Ver a América.

—No quiero que la sigas viendo.

—¿Qué?

—Hijo América está... El líquido le entró a los pulmones, y... Hay probabilidades de que muera.

—No digas eso, América no morirá.

—Hijo...

—¡Déjame en paz!

Seguí caminando, pero con el mismo pensamiento, América puede morir, pero no dejaré que eso suceda, primero muero yo antes que ella.

Deja que me vaya ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora