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El viaje fue muy lindo, pero muy agotador, salimos en la mañana y ya eran las cinco de la tarde. El lugar a donde nos dirigíamos era según un lugar muy reconocido, nunca había escuchado de el, pero según la mamá de Sam era un ciudad muy bella.

Durante todo el viaje hablamos mucho, Sam contaba sus chistes (malos) que eran tan (malos) que nos hacían reír, Héctor contaba anécdotas graciosas y curiosas y Margarita y yo hablábamos sobre mi papá y yo.

Bajamos del auto y Héctor... ¿Debería llamarle suegro?

No lo sé, sería muy ¿Formal?, No me gusta como se escucha, mejor Héctor y a la mamá de Sam le digo señora.

Además nos hicimos muy rápido novios, ¿Fue un error?, Pero él si me gustaba, quizás no era un error si no que fue amor a primera vista.

Bueno, Héctor bajó nuestras maletas y cada quién tomó la suya, América se había dormido en todo el viaje, no me parecía algo normal, pero según la mamá de Sam América se dormía tarde y por eso dormía mucho en el día. Sam la cargó y tomé su maleta, Héctor tomó la maleta de América y nos adentramos a la bella casa, que solo había visto en Pinterest.

Y si por fuera era lindísima por dentro era el doble de lindo, el color caoba le daba un toque rústico haciendo que se mirará super lindo, y recién entramos se sentía un olor a canela muy delicioso.

Sam caminó hacia las escaleras y subió an America junto con una maleta, yo me quedé ahí observando todo.

—¿Te gusta? —Preguntó Héctor.

—Me encanta.

—Es de Sam.

—¿Ah?

—La casa —Recalcó—. La casa era de mi papá y antes de morir le dejó está casa a Sam.

—Wow, mi abuelo lo único que me dejó antes de morir fue una carta y ni siquiera decía que me quería o me heredaba algo, si no que me comportará.

Él sonrió y se acercó a mí.

—Me gusta que estes alegre, Bena.

—¿Yo alegre? —Me reí.

—Al menos ya no me estás insultando —Él se cruzó de brazos con una sonrisa en el rostro.

Quizás si me pase cuando lo insulté.

—Perdón —Dije y él se rió entre dientes.

—Me agrada lo que haces ahora, te ves más feliz

—¿lo que estoy haciendo?, no entiendo casi.

—Lo que estás haciendo Bena. En una hora irás a mi oficina.

—¿Para qué? —Él frunció el ceño.

—¿Para qué?, Soy tu psicólogo no lo olvides.

Y tomó las  demás maletas y caminó hacia una sala que estaba junto a donde estábamos. Suspiré y miré a Sam bajar.

—Asi que está casa es tuya.

—Sí, mi abuelo me la heredó —Habían unos cuadros y me acerqué para ver una foto.

—¡Eres tú Sam! —Era una foto con una cajita y dentro de ella se miraban cartas.

—Sí, esa caja es un gesto de amor.

—¿Gesto de amor? —Pregunté curiosa.

—Según mis abuelos y sus antepasados, cuando una persona amaba mucho a otra y esa persona se tenía que ir a algún lugar o iba a fallecer le dejaba una caja con cartas a su ser amado.

Deja que me vaya ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora