En peligro

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Me quedo estática en mi sitio. ¿Su marca? Oh dios mío.

Evan no tiene marca, por eso vive en el otro lado. Se me seca la garganta y mis manos se empapan de sudor. Walker no le aparta la mirada de Evan. Miro a mi novio, él no parece estar apenas nervioso. Todo lo contrario, a mí, permanece tranquilo, devolviéndole la mirada a su padre.

—¿Por qué? —Demanda éste, se cruza de brazos y le mira penetrante.

—Conocí a alguien que me recuerda a ti. —Confiesa Walker. Eso me sorprende más si cabe.

¿Está reconociendo la existencia de su hijo? Evan no parece sorprendido en absoluto y se sigue manteniendo firme.

—¿Y ese alguien no tenía marca y quieres comprobar si yo la tengo? —Pregunta Evan. Lo miro incrédula.

¡No le provoques!

Debemos salir de esta, sin que nos maten.

—Solo enséñame tu marca, y te dejaré tranquilo. —Le responde Walker.

Evan esboza una sonrisa egocéntrica.

—¿No te das cuenta de que si no tuviera la marca no estaría aquí? —Pregunta con superioridad. —¿O me estás diciendo que puede que haya abandonados dentro de Fairwood? — Recurre Evan a esa estúpida palabra que a él no le gusta, haciendo una pregunta que sabe que Walker no querrá contestar.

—Mira chico, no estoy para juegos. Enséñame tu marca, o voy a tener que detenerte por obstrucción a la justicia. —Ordena.

En un último intento abro la boca para soltar que Evan tiene la marca en algún lugar privado, pero Evan me sorprende agachándose. Le miro frunciendo el ceño mientras él desata sus zapatillas y se baja un poco el calcetín, mostrándole el tobillo a Christopher. Abro los ojos desmesuradamente.

Allí sobre su piel, hay una marca. Un oasis: un círculo que es atravesado por dos flechas, cada una en una dirección.

Me obligo a no parecer sorprendida delante de Walker, e intento respirar con regularidad, cuando solo quiero gritar que, ¿cómo es posible?

Evan nació en territorio de abandonados. No puede tener la marca, es genéticamente imposible.

O no... Dios mío.

Si dos abandonados tienen un hijo no hay posibilidades de que herede una marca.

Y como no se permiten las relaciones entre los de un lado y el otro... Pues nadie tiene porque preocuparse por sus hijos.

Pero Walker y Samantha no. Ellos han roto las normas, han tenido un hijo y Evan tiene la marca. Me siento tan estúpida de no haberlo pensado antes...

Walker asiente satisfecho y después de dedicarme una mirada sale de mi cuarto.

Yo me llevo las manos a la boca mientras me siento en la cama.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Susurro, levanto la mirada hacia Evan. Él después de volver a ponerse su zapatilla, me mira directamente.

—¿Habría cambiado algo? —Pregunta, se sienta en el suelo, apoyando su espalda en la pared que hay delante de mí.

—Depende de a que te refieras. —Murmuro.

—Nosotros. —Responde sin abandonar mi mirada.

—¿Evan te das cuenta de las veces que he pensado que no somos igual solo por ese estúpido oasis? —Le reprocho, de pronto, bastante enfadada.

—¿Habría cambiado algo entre nosotros? —Insiste. Él sabía lo incomoda que me sentía. No me gustaba pensar que yo tuviera una marca que me diferenciase de él. Mientras que la realidad es totalmente diferente, él es justamente igual que yo. Prefiere el otro lado, y aun así tiene la marca. Tiene el oasis.

OASISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora