Funeral

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Me despierto hecha un asco, siento los ojos hinchados, el pelo se me pega por la frente y lo tengo revuelto, la nariz congestionada y la garganta raspada.

Me muevo y me encuentro a Evan, sentando, jugueteando con mi mano, la mano que luce el anillo que horas antes me regaló.

—Buenos días, Julieta. —Sonríe tristemente. Me acerco a él y le abrazo, poniendo mi cabeza en su pecho.

—Gracias. —Susurro.

Oigo su corazón y eso es toda la tranquilidad en la que puedo sumirme ahora mismo. No tengo nada que hacer, no voy a ir al instituto, no quiero moverme ni hablar con nadie. Solo quiero quedarme allí con mi novio. No soy capaz de afrontar la realidad.

—¿De dónde lo has sacado? —Levanto la mano para que vea el anillo. Evan levanta la suya y entrelaza sus dedos con los míos.

—Me lo dio mi madre el día en el que falleció.— Levanto la mirada y le miro sorprendida, él me atraviesa con sus ojos azules, que me hacen estremecerme. —No supe nada hasta que en la frontera salió Christopher, vi la reacción de mi madre, pero no salió inmediatamente. Se detuvo antes, me dio el anillo, se lo había regalado mi abuelo. —Suspira, haciendo que su pecho suba. —Me dijo que lo guardara, y que el día que lo cediera, que lo hiciera con el corazón, que fuera a quien fuera a quien le cediera el anillo, que lo hiciera de corazón. No lo entendí, pero resultó ser que su muy estúpida idea, era dejarme a cargo de Christopher. —Lo miro sorprendida. ¿Samantha quería eso? —Mi madre sabía que al tener yo la marca, podrían aceptarme en la ciudad, ella quería que viviera una buena vida, iba a renunciar a mí solo porque yo viviera una buena vida. —Resopla. —Y pensó que no habría nadie mejor que mi propio padre. —Replica con sarcasmo. —Y ese anillo fue su último regalo, desde entonces que lo tengo guardado, en Cherwood solía mantenerlo aquí. —Se saca la cadena que lleva siempre puesta. —Pero cuando llegué a aquí, lo mantuve oculto, no lo sé... Hasta hace un par de noches, lo rescate de su escondite y pretendía dártelo cuando fuera el momento. —Se calla incomodo. —No elegí muy bien. —Pone una sonrisa tímida. Me incorporo un poco y le beso la mejilla.

—Elegiste perfecto. — Suspiro. —Pero no puedo aceptarlo. —Evan frunce el ceño decepcionado. —No por nada, pero fue el último regalo de tu madre. —Evan niega con la cabeza.

—No, ella me lo dio con la esperanza de que se lo diera alguna vez a alguien, te lo doy a ti. Me dijo que lo diera con el corazón y no encuentro mejor persona a quien dárselo y más vale que lo aceptes porque mi segunda opción es Seth. —Me advierte, suelto una carcajada. Y me sienta fenomenal. Me siento recta y miro mi mano, con el precioso anillo.

—Te quiero. —Susurro. Evan me mira sorprendido, pero al final suelta una sonrisa antes de inclinarse y besarme.

—Además es como si no me hubiera desecho de él, porque tú vas a estar conmigo para siempre, ¿verdad? —Arquea las cejas, y yo asiento. —Entonces el anillo aún está conmigo. —Murmura. Me muerdo el labio, para ser un chico poco romántico, se está pasando de tierno.

—Voy a darme un baño. —Murmuro, levantándome.

—Noelia Cooper destrozando momentos bonitos desde su nacimiento.—Replica él con una risa.

—He aprendido del mejor. —Le saco a lengua y me meto en el baño.

Cuando bajamos a desayunar, es cuando la realidad vuelve a azotarme de pronto, el teléfono de casa suena y cuando contesto, todo lo sucedido ayer vuelve a mi mente.

Noelia, te acompaño en el sentimiento. Tu madre era una gran mujer. —Me da el pésame la jefa de mi madre.

Con un nudo en la garganta se lo agradezco. Y eso se repite varias veces durante la semana, gente que conocía a mi madre llamando para darme las condolencias. Al final Evan se harta, y lo termina desconectando.

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