—Así no conseguirás nada. —Me quejo por quinta vez.
—Si no dejas de quejarte y me ayudas, si que no conseguiré nada. —Me espeta.
—¿Ayudarte a qué? —Replico. —Estas intentando hacer fuego con unos troncos mojados. — Evan lleva como quince minutos intentando hacer fuego. — ¿No deberías llevar un encendedor? Fumas, ¿verdad?
—Pues verás, cuando salgo a cazar no es que piense precisamente en fumar, ¿sabes? —Replica indignado. — Además, ¿no eres tú la que siempre trae cosas? ¿No deberías traer un mechero?
—Lo traía, se lo he dado a... —Me callo porque recuerdo que nunca llegué a dárselo a Gabrielle.
Bajo mi mano hasta mi bolsillo y de allí saco un pequeño mechero, lo sostengo en alto y Evan me mira mientras frunce el ceño y suelta el tronco que usaba para intentar hacer fuego.
Le dedico una mirada inocente junto con una sonrisita.
—De verdad Julieta, cada vez me sorprendes más. — Le entrego el mechero.
—Deja de llamarme Julieta. —Me quejo.
Él fácilmente enciende una hoguera usando hojas secas y troncos menos mojados.
Me devuelve el encendedor.
—Quedatelo. —Le digo. Me mira arqueando las cejas, pero no dice nada y se lo guarda en el pantalón.
—Acercate. —Me hace una seña para que me acerque a él. —Quitate la camiseta.— Dice cuando estoy a su lado. Lo miro como si le hubieran salido dos cabezas.
—¿Te has vuelto loco? —Me mira sonriente.
—Estás mojada. —Sonrie picaramente cuando se da cuenta del doble sentido que tienen sus palabras.— Te has metido en las arenas movedizas hasta el cuello, vas a coger una neumonía si te quedas con la ropa así de empapada. — Se quita su camiseta y me la da. —Pontela. — Me quedo en mi sito sin saber que hacer. Miro su cuerpo bien trabajado, pero rápidamente aparto la vista, le cojo la prenda y me doy la vuelta.
Me deshago de mi camiseta y con rapidez me pongo la suya, huele a menta y tabaco, me doy la vuelta y me lo encuentro sonriente, le dedico un signo obsceno y él se ríe, le tiro mi camiseta embarrada, él la escurre y la pone cerca del fuego para que se seque.
Se da la vuelta y pasa su mirada por todo mi cuerpo.
—¿Qué?— Le espeto cuando veo que su sonrisa se hace más ancha.
—Me gusta como te queda mi camiseta. —Comenta riendo. Bajo la mirada hacia mi cuerpo y me doy cuenta de que, como llevo su camiseta y es más grande que yo, tapa mis shorts y parece que solo lleve su camiseta.
—Idiota.
—Idiota es mi segundo nombre, no me ofendes para nada. —Dice sonriendo. Saca una navaja de sus pantalones y se dedica a cortar las dos patas del animal antes de atravesarlas de un palo y ponerlas al fuego.
—Bueno, existen más insultos como imbécil, capullo... —Contesto.
—Esos son mi tercer y cuarto nombre. —Me sonríe levantando la vista del fuego y me mira. Reprimo una risa y le saco la lengua en tono infantil.
—¿Cenaremos eso?—Cuestiono viendo el fuego abrasando la carne.
—¿Qué pasa, princesa? ¿No es de tu gusto? — Arquea las cejas.
—Eres un idiota.
—Deberías aprender más palabras que esa.
—Es la única que te define a la perfección
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OASIS
Teen FictionUna sociedad distópica, donde la gente es separada. Tener o no una marca puede decidir tu destino. Tener la marca -un círculo atravesado por dos flechas- significa vivir una buena vida, en la ciudad. Mientras que no, significa vivir fuera de la ci...