Orígenes.

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Justin P.O.V.

—¿Justin, puedo hablar contigo? —Me pregunta River. Asiento mientras cojo a mi nieto y me lo cuelgo.

—Dime. —Evan juega con mi camisa arrugándola. —Estate quieto, pequeño. —Le regaño.

Él pone un mohín tierno y me mira fijamente con sus azules ojos. Me alegra que en ese aspecto se parezca a Samantha, y a mí, no tiene ningún parecido al capullo de su padre y eso me gusta, porque cuando menos se le parezca, mejor.

Debo agradecer al menos que nunca llegara a decirle que estaba embarazada, de haber sido así, no puedo saber si ahora estaría sujetando a este niño de cuatro años, precioso.

—Es sobre los orígenes. —Frunzo el ceño.

—¿Aún estás con eso? —Espeto. Los orígenes, como los nombra River, es algo en lo que lleva trabajando desde hace unos años, pegándose viajes interminables a la otra punta del país solo para descubrir cómo empezó todo, como llegaron a la separación.

—He averiguado algo sorprendente, algo que puede hacer cambiar nuestra forma de vida. —Me informa, sin hacerle caso a mi anterior comentario. Arqueo las cejas esperando que siga. Evan se remueve en mi regazo y se inclina intentando tocar a River. River le mira divertido y luego vuelve la vista hacía mí. —He hablado con un soldado. —Lo miro sorprendido. —Me ha dejado acceder a los archivos de los fundadores. —Abro la boca.

Fundadodores. —Balbucea mi nieto, intentando repetir la palabra que ha dicho River.

—¿Y cómo es posible que te dejara acceder? —Pregunto. Él se limita a encogerse de hombros, y entiendo rápidamente que el precio que debió pagar fue alto.

Niego con la cabeza, mostrándole mi desaprobación. Evan me imita y acaba riéndose divertido, mientras sigue sacudiendo la cabeza. Le pongo la mano en la cabeza y se la detengo.

—Bueno eso no importa, resulta que hemos vivido engañados toda nuestra vida. —Trago saliva esperando a ver que tiene por decirme. —Nosotros no somos los Abandonados. Ellos... —Hace referencia a los de las ciudades. —... son los encerrados. Hace como un siglo, antes de que empezarán a separarnos, hubo una guerra, una guerra biológica. —Frunzo el ceño sin entender el concepto. —Una guerra biológica es aquella guerra con la que se lucha con una enfermedad. Esa enfermedad no se conocía y mucha gente empezó a morir y encima le añadimos reacciones nucleares. —Vuelvo a fruncir el ceño y River hace un gesto vago. —Total, que la gente infectada empezó a salirle una marca. —Hago una mueca. —Si, la marcum ius. —Afirma. —Al principio eso era contagioso, y no sabían cual sería la reacción en los humanos, así que empezaron la separación. Los encerraron a todos en lo que nosotros ahora llamamos las ciudades, cuando no son más que cárceles, donde se refugian los infectados. —Me explica. Trago saliva impresionado.

Esto es demasiado como para procesarlo de un solo golpe, es mucha información. Información que cambia todo en lo que siempre he creído. Evan se remueve y de golpe me acuerdo de él. Evan tiene la marca.

—Pero ahora no mueren, los del otro lado ya no mueren. —Apunto. River asiente.

—Sí, ya no mueren, porque la enfermedad se ha ido degradando y ya no queda rastro, solo queda la marca, indicando que allí, en algún punto de la familia ha habido alguien infectado. —Me informa. Inhalo bruscamente.

—¿Entonces por qué seguimos separados? —Pregunto.

—La gente tiene miedo, para que no se crearan revuelos, les dijeron a los encerrados que era por su propio bien, que nosotros somos los infectados, los enfermos y que ellos estaban a salvo. Y la información se fue traspasando hasta llegar al punto de que nadie sabe la verdad. Esos archivos son los únicos que lo demuestran, pero están encerrados en la otra punta del país bajo mucha importancia, y nadie quiere indagar, porque nadie quiere cambiar su vida y así se ha quedado. Y no parece que vaya a cambiar la situación. —Asegura. Pero ahora que nosotros la sabemos...

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