Ally

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A medida que mi vida se desenvuelve, he aprendido que las mentiras pueden tejer una red cada vez más compleja. Una mentira lleva a otra, y antes de darme cuenta, me encuentro atrapada en una red de engaños de la que es difícil escapar.

Siempre he experimentado la tensión en el momento en que la mentira escapa de mis labios. La sensación de que una parte de mi es consciente de que lo que estoy diciendo no es cierto, mientras que otra parte se esfuerza por mantener la fachada.

Miento a mis padres, miento a mis mejores amigos, miento a las autoridades, miento, miento, miento... Miento a todo el mundo, por un solo propósito, por una sola persona.

Meto toda la comida en la mochila, cojo un par de mecheros y me los meto en el bolsillo de atrás del pantalón, cojo un abrigo que me viene pequeño y me dispongo a salir de casa, pero de camino a la puerta me topo con mi madre.

—¿Dónde vas? —Pregunta ella.

Lauren Cooper es una mujer no mucho más alta que yo, pero que su altura no te engañe, tiene un genio horrible si la haces enfadar, lo que suele ocurrir muy a menudo para mi desgracia.

Su pelo castaño lo lleva recogido en un moño bien hecho, y sus ojos de color marrón me observan a la espera de una respuesta.

—Voy a ver a Nathan. — respondo nombrando al que es mi mejor amigo. La mentira fluye a través de mí, de manera natural y con indiferencia. Antes, no me acostumbraba a mentirle a mis padres, pero después de tantos años ya es un hábito que no me hace sentir ni una pizca de culpabilidad y siempre pienso que lo estoy haciendo por una buena causa.

Mi madre me sonríe.

—Bien, saluda a Christina de mi parte. —Dice nombrando a la madre de Nathan.

—Claro. — sonrío sin vacilar mientras cojo las llaves, cuando abro la puerta principal y estoy dispuesta a salir, mi madre me llama de nuevo.

—¿Noelia dónde vas con ese abrigo? Ya te viene pequeño— pregunta entrecerrando los ojos mirando fijamente el abrigo color rojo que hay entre mis manos. Un abrigo lleno de recuerdos.

Miro el abrigo y luego la miro a ella, sonrío para que no sospeche.

—Es para la vecina de Nathan, el otro día vio una foto y le gustó y como me viene pequeño he decidido regalárselo. — De nuevo otra mentira que brota sin problema, la sonrisa vuelve a la cara de mi madre.

—Bueno, pero no vuelvas tarde. — sonrío y salgo, cuando la puerta ya está cerrada cojo mi móvil y marco el número de mi mejor amigo.

—¿Diga? — contesta desde el otro lado de la línea.

—Nathan, necesito que me cubras otra vez.

—Claro, pero algún día tendrás que decirme que es lo que llevas haciendo desde los ocho años para que tenga que mentirle a tu madre. — Sonrío.

—Tal vez algún día, tal vez no. — oigo como se ríe.

Bueno, como sea.

—Gracias Nathy. —sonrío imaginando la cara que habrá puesto por el sobrenombre que sé que no le gusta.

—No me llames así, sabes que no me gusta. — se queja.

—Bueno pues por eso lo hago, es mi trabajo como tu mejor amiga molestarte. —Sonrío y él se ríe.

—Venga adiós, que mi madre me llama, Noelia. — pone énfasis a mi nombre ya que él también sabe que a mí no me gusta que me llamen por mi nombre completo.

—Noah. — le grito al móvil, pero él ya ha colgado.

Niego con la cabeza y sigo caminando hasta llegar cerca de la reja electrificada donde seguramente hay una legión larga de soldados montando guardia, pero no lo compruebo porque al divisar la fábrica que hay cerca de la verja, giro a la derecha, llegando al muro que rodea toda una industria abandonada.

OASISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora