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HICE UNA ESTUPIDEZ


Cuando ingresó nuevamente a la habitación, Samuel estaba sentando en la cama con la cajas de supresores en una mano y un baso de agua en la otra. No podía imaginar ni suponer en que estaría pensando el azabache, pero su expresión era bastante extraña.

-¿Todo bien?- inquirió el Alfa.

-No- respondió mirando la pequeña caja.

-¿Ocurre algo malo con tus supresores?- inquirió.

-Estos no... no son los que debía tomar- murmuró leyendo el reverso de la caja- mierda... son básicamente anticonceptivas- dijo sujetando su costado.

-¡¡¿Qué?!!- lo miró preocupado- Llamaré a casa, para que tu madre traiga...-.

-¡¡No quiero!!- exclamó sujetando su brazo con fuerza- estaré bien, si me encierro en el baño-.

-¡¿Por qué eres tan cabezota?!-.

-No tienes porque estar aquí, puedes irte cuando quieras...- se calló cuando sintió una puntada de dolor.

-¡Basta! ¡Ni se te ocurra moverte de aquí, enseguida regreso!- amenazó molesto.

Sabía que llamaría a Akira, sabía que lo haría. Se enrolló en la cama abrazándose a si mismo, maldita sea ¿Cómo es que no se había dado cuenta del error en sus supresores? ¿Cómo demonios no se había llevado las suyas? Si sabía que los niveles de estrés influían muchísimo en su celo. Se reprendió a si mismo, había sido tan estúpido al actuar de aquella forma tan impulsiva. 
La puerta se abrió de golpe y Rubén ingresó junto con la chica de la recepción una Omega a leguas.

-Cariño, que tú Alfa me explicó la situación, ten- dijo la joven acercándose y entregándole un blíster con dos pastillas- son de mis supresores, seguramente te servirán-.

Vegetta tomó el blíster entre sus dedos y leyó el dorso- estas son un poco menos fuerte de las que consumo- respondió- pero gracias- la situación le molestaba pero no tenía tiempo ni ganas de pensar en ello.

-Ya veo, aún así tómalas, para bajar los dolores, al menos para eso servirá- lo animó con una sincera sonrisa, mientras él asentía.

Rubén se mantenía al margen de la conversación entre los Omegas, no quería interferir en el espacio de Samuel, por algunas expresiones sabía que estaba pasándolo muy mal, aunque este no quisiera decir nada.

-Estará bien, estas con tu Alfa al menos- continuó con una sonrisa mientras Samuel tomaba aquel supresor- si necesitas algo, estaré en la recepción-.

-Gracias- murmuró dejándose caer en la cama de nuevo.

La pelirroja y Rubén salieron de la habitación, dejando a Samuel recostado.

Se sentía hambriento y adormilado, tomó su móvil y tenía miles de llamadas perdidas de Akira y Luzu, lo sentía por su amigo, pero no tenía pensado responderle nada a nadie, no aquella noche.

La puerta se abrió de nuevo, Rubén ingresó y cerró la puerta aplicando el seguro, tenía que decirle al azabache y sabía que iba a molestarse, pero estaba actuando como un niño y sabía a la perfección que Samuel era consiente de ello.

-Yo... hablé con Luzu- dijo carraspeando su garganta, viendo como el contrario se erguía rápidamente- no sabíamos a donde habías ido, él fue al único que llamé y me dio los lugares en los que podría encontrarte, cuando fui a comprar a la maquina expendedora lo volví a llamar para dejarlo tranquilo- agregó mientras el contrario asentía- también... la avisé a... tu madre- vio como su ceño se frunció.

Quiero ser tú AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora