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AROMA A MIEL

-¡¡Samuel De Luque, estás insoportable!!- exclamó Akira cuando su hijo salió de la cocina hecho una pantera.

El Omega había estado de muy mal humor desde que su cabeza comenzó a razonar todo lo que había ocurrido esa misma tarde. Otra vez alguien intentando jugar con sus sentimientos, aquello parecía un mal chiste. Así que por varias razones todo parecía irritarlo y para colmo, su celo se acercaba nuevamente por lo que quería tener a todos los Alfas alejados de él, por suerte recién empezaba el fin de semana así que para el lunes ya estaría mejor y esperaba que más estable.

Cerró su puerta de un portazo, dejando muy en claro que no quería visitas no deseadas y que el resto de los habitantes de la casa se mantuvieran al margen. Había intentado estudiar y adelantar sus tareas para la semana siguiente, pero su cabeza estaba en cualquier lado menos donde debería. Se dejó caer en la cama y tomo el lobo que estaba sobre el buró, aquel animal era de los objetos más preciados que tenía.

-Samuel- llamó Rubén golpeado con cuidado la puerta del baño que unía ambas habitaciones.

-¿Qué quieres, Doblas?-.

-Hablar contigo- respondió, movió la manija del baño para abrir la puerta y le extrañó que la puerta estuviera sin seguro como cada noche. Así que aprovecho y sacó primero su mano- traje una ofrenda de paz- agregó asomando su cabeza por la puerta, viendo como los ojos de Sam brillaban ante el postre que Rubius traía.

Tomó como aceptación su silencio y como invitación a ingresar en su cuarto. Le entregó el postre, un delicioso Flan individual y tomo asiento a los pies de la cama del Omega, siempre dándole su espacio.

-¿Te siente mejor?- preguntó el Alfa mientras el Omega terminaba de devorar su postre.

-Si- respondió relamiendo sus labios, que estaban dulces por el caramelo del postre- ¿De qué querías hablar?- preguntó.

-Aahmm- junto sus manos abriéndolas y cerrándolas- es... eemm... en realidad quería saber si estabas bien- dijo mirando al aire como si nada.

-¿Se siente muy fuerte?- preguntó avergonzado- se honesto- pidió.

-Al parecer, sólo yo puedo sentirlo- respondió- ni mi madre ni Akira parecen percatarse de ello- agregó. No iba a mentir, sentía curiosidad sobre porque ocurría aquello.

El Omega suspiró resignado. Y luego de dejar el platito donde ya no quedaba rastro alguno del postre sobre su mesa de noche, se sentó en la cama igual que Rubén, mirando al suelo completamente apenado- mi lobo... está llamando a tú oso ¿cierto?- el Alfa asintió- lo siento mucho, trata de ignorarlo- pidió bostezando.

-No me molesta- respondió con rapidez.

Samuel frunció el ceño- no hagas eso- se quejó.

El Alfa simplemente sonrió con picardía, había estado dejando salir sus feromonas en pequeñas dosis cerca del Omega- no lo hago con mala intención- sonrió- es mi oso quien quiere calmarte- agregó tratando de defenderse y excusarse ante el contrario- puedo notar que tu celo estaba poniéndote inestable otra vez... aunque no lo creas solamente queremos ayudarte... a ambos- dijo con seriedad, sin apartar la vista de él.

-Espera aquí- pidió el azabache poniéndose de pie y tomando su pijama se dirigió al baño para, obviamente, cambiarse en privado.

Rubén no entendía aquella actitud en el Omega, realmente era único, no conocía a nadie como él, su simple presencia lo confundía en muchos aspecto, lo quería, sí, pero no estaba seguro de lo que Samuel sintiera por él, sabía que aquel primer rechazo por parte del Omega había cambiado completamente. De no ser así, Samuel jamás le hubiese permitido tener contacto con él.

Quiero ser tú AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora