𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈. 𝐂𝐞𝐫𝐫𝐚𝐝𝐮𝐫𝐚 𝐲 𝐥𝐥𝐚𝐯𝐞.

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CW: Maltrato infantil.

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De niño le enseñaron, que todo lo que estaba bajo cerradura, no debía ser abierto. Sirius, cerró su corazón y escondió la llave tan bien, que durante casi toda una década nadie pudo abrirlo.

En su casa, tenían varios castigos, uno de los que más odiaba era el de encerrarlo a oscuras bajo la alacena de la casa; durante horas no escuchaba nada más que ruidos escalofriantes, pudiendo sentir a las arañas escalar por su ropa, la asquerosa humedad o el insoportable calor. Siempre lo dejaban bajo cerradura y la llave colgaba al frente de la rejilla, para que Sirius pudiera verla más no alcanzarla. Era un juego psicológico.

Creció, conoció amigos de verdad, no a esos niños clasistas que buscaban de él algo a cambio, y les entregó la oxidada llave que nadie había visto. La apreciaron y lo aceptaron.

Sirius solo quería ser feliz. En Hogwarts los días se le pasaban como horas, siempre ocupado estudiando, planificando la próxima broma del siglo, jugando Quidditch, haciendo juegos de palabras y divirtiéndose, sin embargo, a diferencia del resto de los estudiantes; no sentía ningún tipo de placer cuando las vacaciones llegaban. En casa trataba de no ocasionar ruido, aunque sus planes nunca funcionaban y terminaba haciendo un alboroto. La alacena, a sus trece era demasiado pequeña para Él y recurrir a lo físico, parecía más práctico.

En ocasiones el dolor alcanzaba unos niveles insoportables y, después de largas sesiones, se desmayaba en el piso, agonizando.

Fue a los dieciséis que su destino cambió, porque comenzó a descubrir en sí mismo sentimientos que nunca pensó albergar, una parte de él que desconocía y al mismo tiempo le fascinaba. El único problema fue que, una vez supo que tenía esas emociones, se dio cuenta de que ya no las quería ocultar.

Ese fue el último año que pasó sus vacaciones con su familia.

Los hechos son desagradables y James nunca le preguntó a Sirius, que era lo que lo llevó a presentarse a la mitad de la noche, frente a la puerta de su casa; con el pelo mojado por el sudor, que se pegaba a su rostro con el peor aspecto que alguna vez, James vio en Sirius: machucado, ensangrentado, hasta el punto de que le faltaba un diente.

James lo observó por un minuto al frente del portal, asintió y lo abrazó. Sirius se derrumbó y comenzó a llorar aliviado.

Siempre consideró que los Potter habían sido, excesivamente amables con Él. Euphemia, incluso se dio el trabajo de colocarle de nuevo su diente perdido, compraron una litera, para que James y Sirius se acomodaran, y le brindaron a Black todas las comodidades como si se tratara de un hijo más, porque eso era lo que los Potter sentían por el: Era familia, su hijo no concebido y para James, Sirius era SU hermano, SU mejor amigo.

A los veinte, Black regresó a la casa de sus padres, cuando ya no era habitada por nadie. Vio la llave que colgaba frente a la alacena y por primera vez abrió la cerradura, con algo de luz saliendo de su varita, para identificar que era lo que guardaban ahí.

Sonrió al leer como todas las paredes del pequeño espacio repetían el mismo mensaje, que había sido escrito por obra de magia.

"TRAIDOR A LA SANGRE. ASQUEROSO IMPURO"

Tal parecía que siempre, en algún momento, las puertas cerradas debían abrirse para volver a cerrarse.

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Nuestro Precioso Hogar (Merodeadores)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora