𝐗𝐈𝐗. 𝐑𝐞𝐩𝐚𝐫𝐨.

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CW: Maltrato infantil.

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Cuando el profesor Flitwick, les enseñó a todos los estudiantes de segundo el encantamiento reparador, Sirius no cabía en felicidad.

Fue de los únicos hechizos, que practicó con fervor y diligencia, hasta el punto de superar a todos sus compañeros en la realización del reparo. Sus amigos estaban confundidos, el estudioso del grupo era Lupin y, aunque Sirius no era para nada un desastre en la magia, solía quedarse con lo que aprendía en clases.

Lo veían agitar la varita bajo la mesa y rompiendo objetos a propósito para repararlos; en especial hojas de papel.

—¿No te aburres, Sirius? —cuestionó James, viendo como Sirius continuaba mecanizando el encantamiento en el comedor—, has hecho tantas veces ese encantamiento, que si yo me partiera en dos, de seguro que lograrías volver a juntarme.

—¿Por qué no lo intentamos? —sugirió Lupin, cortando su pan en cuatro rebanadas triangulares.

James fingió un falso temor, logrando hacer reír a Sirius.

—Estoy practicando esto por la bruja de mi madre.

Sus amigos dejaron la comida de vuelta en su plato y miraron a Sirius, adoptando una postura tensa. A pesar de que cada uno tenía distintos fragmentos de la situación familiar que vivían los Black, era fácil hacerse una idea de que la madre de Sirius no era una persona demasiado amigable.

Repetía el hechizo solo para contrarrestar los ataques de ira de su madre, cuando destrozaba toda su decoración muggle, rompía su ropa "ordinaria" y trataba de imponerle a su hijo gustos que no le correspondían.

El profesor Flitwick quedó impresionado ante la ejecución tan elegante del encantamiento, pero una parte de ese sentimiento de asombro fue por el estudiante que lo ejecutaba. Lo felicitó, a pesar de que a Sirius le importaba poco la calificación. Llegó al punto de hacer el encantamiento tan bien, que ya ni necesitaba varita para conjurarlo.

Ese verano, se encontró con el desalentador panorama en su casa a penas llegó. El suelo estaba cubierto de sus pósteres destrozados en pedacitos, al igual que las decoraciones de superhéroes o los comics arrugados.

Encima de la cama hecha, con una colcha sobria y de un tono verde neutro, descansaba un violín junto a una pila de ropa "aburrida". Sirius pensó el hechizo: las cosas a su alrededor comenzaron a flotar y a ordenarse en el sitio donde las dejó antes de irse.

En esa ocasión su madre se lució, pero estaba seguro de que era la última vez que lo hacía.

Claro que su madre, al ver cómo le devolvía la ropa con una sonrisa confiada, subió hecha una furia al cuarto, pero al ver como los objetos apenas eran destruidos se reparaban, le entró tal cólera que agarró a su hijo por el cuello de su playera, llevándolo a rastras hasta el sótano.

—¡Tú te lo buscaste, Sirius! —gruñó la mujer, lanzando a Sirius en medio de la húmeda estancia—. ¡Te he dicho tantas veces que esas cosas muggles son de un gusto asqueroso! —Sirius se recuperó, pero no flaqueó en su postura—. Anda, ya sabes lo que toca ahora, quítate esa horripilante ropa.

Por más que lo intentó esa noche, se dio cuenta de que el hechizo reparo no funcionaba con uno mismo, para curar las heridas que sangraban alrededor de su delgado cuerpo.

—Parece que tampoco funciona para reparar mi corazón.

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:(

Nuestro Precioso Hogar (Merodeadores)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora