𝐗𝐋𝐈𝐕. 𝐄𝐥 𝐝𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 𝐝𝐞 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬.

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CW: Mención a la muerte.

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El ambiente se encontraba cargado de miedo, frialdad y maldad, en ese momento Snape se dio cuenta de que los seguidores del Innombrable, si no estaban ahí por locura u obsesión, se encontraban por terror a las consecuencias de no pertenecer a su bando.

Llevaba tantos años escalando en la micro sociedad que Voldemort impuso. Horas donde lo único que pensaba era en los terribles actos que iba a cometer y donde la luz que lo seguía manteniendo con vida era Lily; con esa vaga esperanza de que recapacitara, lo volviera a mirar con esos ojos llenos de vida y dijera: "Yo también siento lo mismo". Sabía que solo eran necesaria esa frase para que agarrara todas sus cosas, y escaparan de Inglaterra próxima al punto de quiebre mágico más importante del siglo.

Sin embargo, trataba de rehusarse en sus divagaciones, porque cuando el señor oscuro lo encontraba con la mirada perdida, sencillamente se abría paso en su mente y sonreía burlesco.

Otra vez esa mujer —murmuró posando su fría mano sobre su hombro—, ella es tu único problema, Snape.

En el colegio era solo parte de su pandilla de Slytherin, pero ahí dentro, al lado de Voldemort, comprendió que no importaba ni su pasado o presente, solo el futuro. Si estaba dispuesto a morir en ese instante por una ganancia mayor, era útil. Ya no quedaban las riñas entre James y Él; los dos se jugaban la vida a diario.

Claro que escuchó de las noticias de James y Lily, siempre estaba al pendiente: Los Potter que estaban siendo puesto en tela de juicio por sus buenas relaciones con los muggles, fueron erradicados de la lista de los sagrados veintiocho después de que James concibiera matrimonio con una sangre sucia. Lo del pequeño, era más confuso, porque antes de que se hiciera grande, seguía siendo un bebé.

Snape solo escuchaba las noticias mostrándose tan indiferente como podría, sin demostrar que cada palabra de ese artículo penetraba su corazón como flechas envenenadas.

Lo recordaba bien, el día en que todo se fue al carajo. Primero esa profecía que le comentó a Voldemort, y de rodillas le pidió que no la asesinara a ella, a su Lily. El Innombrable, solo pronunció un asentimiento, antes de levantarse del sofá y prepararse para el movimiento final.

No confió, ¿Cómo podía confiar de una persona que se metía a su mente solo por diversión? Se tragó su orgullo y sin pensarlo se dirigió a la única persona, que en sus años escolares, lo ayudó a seguir adelante. Le comentó todo lo que dijo, escuchó y sintió; aceptó ser llamado repugnante por su egoísmo y se rebajó a lo mínimo, ya no interesaba si eso le aseguraba a Lily su vida,

Esa noche no llovía, ni hacía calor o frío. Consideró que podría ser la noche más oscura del año, porque ni las estrellas iluminaban sus lágrimas. James murió sin opción de escoger y Lily murió escogiendo su propio destino. Frente al niño Voldemort vio en sus ojos las lágrimas y luego se desvaneció.

Harry Potter, ese día se hizo grandioso, los mortifagos fueron atrapados, Él perdonado por Dumbledore y luego de unas cuantas declaraciones, comenzó a hacer clases en Hogwarts; esperando el día en que la muerte de Lily ya no le doliera y, estando seguro de que, si se convencía de que Harry era más como James que Lily, iba a estar bien.

Lamentablemente, Harry tenía los mismos ojos, que un día le demostraron que no era malo ser feliz.

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Nuestro Precioso Hogar (Merodeadores)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora