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El festejo ya había finalizado. Los invitados degustaron del gran pastel de cumpleaños, junto a bailes y alcoholes de los más caros.

Damon salió de ahí a las doce de la noche, casi una de la mañana, y llegó a su mansión a la madrugada.

Sus guardaespaldas lo dirigieron a su habitación y le dieron su privacidad. Por suerte, él anduvo bastante moderado con el alcohol, para no acabar en estado de ebriedad en la gala.

De todas formas, siempre era un sujeto bastante sobrio por educación, pero si conseguía un pequeño descuido, todo se echaba a perder.

Fue el cumplaños del político, pero sobretodo, fue la noche de Gallagher, el sueño de toda una generación, un ícono fantasioso, deseado por todos.

Cuando aquel hombre entró a su vista, se sintió en un momento emocionante, pero eso era como un paro cardíaco. Antes de retirarse del lugar, le obsequió como agradecimiento, una botella lujosa de vino a Liam, quién aceptó la ofrenda con felicidad.

La cabeza de Damon agotada por la fiesta, aterrizó en su almohada. Estiró su cuerpo en la cama matrimonial de su dormitorio, y se frotó la frente con sus dedos.

Debía hacerse cargo de esos abrumantes sentimientos que golpeaban su cerbero. Y no hay manera mejor de deshacerse de ellos, que escribiendo una carta hacia el castaño.

Jamie Hewlett, asistente especial, propietario, y mano derecha de Albarn, encubridor de asuntos sustanciales del político y cofre de secretos, recibió la carta por parte del rubio para enviar.

Este lo aceptó, dirigiéndose a entregarla por correo.

La carta destinada a Liam decía:

"Querido Gallagher...

Muchas gracias por su aceptación de la invitación para presentarse en mi fiesta de cumpleaños. Su aparición garantizó un enorme éxito en la reunión, a su vez, de intrigarme con su encantadora persona.

Me gustaría realizar un futuro reencuentro con usted, si no es mucha molestia. Espero que se pueda lograr algún día.

Con los mejores deseos, Albarn"