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Damon había acudido a la reunión de una asamblea electoral en su vehículo.

Resultó ser un viaje un tanto largo. Pronto se acercaban las votaciones para el futuro y próximo presidente del país. Ya era la hora, con todo su poder de político al igual de su buen recibimiento de las personas, de tener el deseado mando que tanto anhelaba.

Cumplir la constitución y las leyes. Proveer la defensa, y a la seguridad de la nación, así como la conservación del orden público. Ejercer el mando superior de toda fuerza pública, era lo que deseaba.

El señor con quien iba a acordar era una persona que, raramente, tenía contacto. Un rostro tosco pero no desagradable, en realidad bastante atractivo, en el que campeaba una mezcla de buen humor y arrogancia. Una figura muy delgada, al igual de pálida.

El hombre de traje oscuro, ubicado en un sofá junto un café, oye al político atravesar la habitación. Sus guardias lo dejan solo, saliendo del sitio. Damon con firmeza marchó hacia el ministro.

Ya que dejan solos a los dos, Damon imaginó que se van a ocupar de cuidar la puerta.

Él está en su lugar preferido, cerca de la ventana, para recibir el aire fresco del exterior y la vista de toda la ciudad. De todos los locales famosos.

Entre los papeles que estaban en la mesa, se encontraban algunos manuscritos. Muchos contratos que los que hablar y, firmar.

--Su signatura aquí... luego aclare aquí...--{indicaba el ministro en la hoja.

Damon hablaba de sus decisiones, y capacidad política de pasar al siguiente rango, como presidente. Jarvis lo miraba atentamente, él ya lo conocía bastante bien, pese a que sus encuentros eran muy nulos, era consiente de su buen mandato con el gobierno.

Luego de unos extensos minutos, el ministro agregó:

--Andas muy distraído... ¿En qué tanto piensas?--{le insinúa. Damon le frunció el ceño. --¿Es en ese estorbo de ahí?--{indica con la mirada al gran cristal de su costado.

Albarn no comprendió.

Se inclinó apenas un poco al ventanal para observar a que se refería.

Con bastante claridad se apreciaba a Liam saliendo de compras, junto a una multitud de paparazzis rodeándolo, sin dejarle su espacio personal para deambular en paz.

--¿Usted a que se refiere?--{pregunta serio, al tomar como rebuscado su comentario. Vuelve a tomar su bolígrafo y leer las páginas.

--¿Quieres ser el próximo presidente, no? Bueno... Te prohíbo volver a verlo y dirijirle la palabra. Ese idiota tiene muy mala fama, es un...--

--¿Un qué?--{preguntó seco, pero sensato, tono leve y atento, sin levantar la vista de la línea que estaba leyendo.

--Es un hombre desvergonzado, y hay rumores de que le gusten los hombres. Qué horror...--{soltó de una vez las palabras provocadoras. Sus ojos eran vacilantes.

De ahí, Albarn, abandonó sus ojos del renglón que leyó.

--Yo lo encontré encantador y simpático. Para nada me pareció un desvergonzado, ni tampoco de aquello último que menciona. No logro comprender su problema con él, es un colega mío--{su tono se ha cambiado a uno más profundo, rígido.

Jarvis apoyó un codo en el brazo del sillón, y dejó su taza de café.

Después de una apabullante explicación que le dedicó al hombre rubio sobre el símbolo sexual que lo nombra como amigo, dando círculos por la amplia habitación, llenó al otro con un extraño aire de indignación. Expuso una charla juzgando su estilo de vida y persona.

Vuelve a sentarse en el ancho sillón, y el político prosigue con su conversación, sin prestar ni una atención especial a lo que acababa de pasar.

Mantuvo todo el tiempo un gesto grave, y hasta un tanto severo, y de vez en cuando, cruzaba los brazos. Inclinaba la cabeza, y miraba el piso como si resolviera una duda en su cabeza. Fue precavido.

Ɠ૭vꫀɼmꫀຖϯ Ħ૭૭ƙꫀɼ ≠ •°ᵈⁱᵃᵐ°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora