Capítulo 4.

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Podía jurar que sus piernas estaban apunto de fallarle, ese alfa con aroma a tabaco y a whisky le estaba mirando fijamente, a pesar de tener esas gafas oscuras, sentía que lo analizaba con la mirada.

El beta que los casará empezó con su pequeño discurso, no sin antes que un hombre alfa con una cresta roja se le acercara para entregar los anillos, hasta que llegó la hora de aceptar con presión, porque fácilmente, si estuviera a sus manos todo esto, se hubiera negado en casarse.

El alfa llamado Jack Conway era muy atractivo, supuso que todas las mujeres deberían andar detrás de él, muchas bellezas con preciosos rasgos físicos, ¿por qué se casaría con un omega menor que él y con una apariencia desastrosa?.

No saben la cantidad de veces que rezó en su mente para que el alfa dijera que no, que no desearía casarse con un omega casi moribundo, pero por su mala suerte, Conway terminó aceptando. Y con ello, Gustabo con sus dedos temblorosos, colocó un anillo en el anular de Conway, éste estaba neutro.

La mirada del beta y las palabras se dirigieron a él, le preguntó si gustaría aceptar casarse, pasando todo el resto de su vida con ese alfa.

Y la palidez cubrió su rostro, más de lo que ya estaba por su mala alimentación y cuidado.

Tragó con fuerza la saliva que se había amontonado en su garganta, miró al suelo mordiendo su labio con fuerza y por hacer aquello, se lastimó dejando que la sangre comenzara a salir por la herida que se hizo con sus dientes.

Se lamió los labios, pero aún la bendita sangre se visualizaba en su labio, no supo que hacer y tuvo la intención de pasar su mano para limpiar la sangre pero Conway fue más rápido y con su dedo anular lo pasó por su labio inferior lastimado.

Iba a colapsar. Iba a morir si ese hombre seguía haciendo cosas que lo hace temblar. Y no se quejaba, espera tener un paro cardíaco justo ahí para que nadie sepa su respuesta e irse en paz.

—Deja de lastimar tu jodido labio, capullo.—Murmuró el alfa, audible para Gustabo pero inaudible para los otros.

El alfa quitó su dedo pulgar del labio del niño y volvió a su posición neutra, esperando, con una ceja alzada, la respuesta del omega.

Iba a condenarse para siempre, no podía dar un paso atrás porque su padre se enfadaría, tampoco podía salir corriendo porque los guardaespaldas lo seguirían y probablemente lo encontrarían, o caso contrario, su padre mismo lo encontraría y golpearlo por ser un niño desobediente.

Miró a las pocas personas que había, no eran tantas.

Había una mujer pelirroja con un semblante serio, era muy parecida al alfa que está justamente comiéndole con la mirada. Traía puesto una gabardina negra, gafas y cobarta. A su lado había el hombre de cresta roja que antes le había entrado los anillos, también con gafas y traje. También estaba el ruso que tuvo contacto hace minutos.

Su mirada se dirigió a un señor barbudo, al parecer todos estaban vestidos de la misma manera, con traje y gafas, se pregunta en qué trabajarán todos.

Tuvo la paciencia de contar cada uno de los invitados, y solo eran eran seis, vestidos de la misma forma. Sin contar a los cuatro guardaespaldas que siempre están detrás de su trasero.

Supuso que eran amigos de Conway.

—Estamos esperando su respuesta.—El beta interrumpió sus pensamientos haciéndole sacudir la cabeza y fijar su mirada en el alfa.

Se lamió nuevamente los labios, tuvo intención de morder el inferior pero no lo hizo.

Suspiró entrecortadamente, pestañeando con rapidez, no, no iba a dejar que una lágrima saliera por la presión.

¿Castigo o Premio? OMEGAVERSE [INTENABO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora