Tony Stark, un hombre joven con un matrimonio fallido, escapa de la ciudad y de las garras de su marido abusador. Así es como llega a Wolfind, un pequeño pueblo leñero apartado de todas las luces y ruidos de la ciudad. Ahí conoce a Steve Rogers, un...
Nota del autor: Les dejo una lista de reproducción de mi novela gráfica favorita que creo que encaja muy bien en esta parte. Disfruten de la lectura :3
Nota del autor del futuro: En el momento que escribí esta parte de la historia, aún no se estrenaba la hermosa seria de Heartstopper, pero ahora que ya podemos llorar con ella, pueden encontrar su Official Mixtape en Spotify. Encaja igual de bien :3
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Wolfind. 8 de noviembre a las 09:00. 15 días para la próxima mitad del ciclo lunar.
Era domingo, lo que significaba que podía dormir hasta tarde sin tener que preocuparse por ir a trabajar. Y a pesar de que hoy fuera su día de descanso, dejaba el despertador programado para sonar exactamente a las nueve de la mañana, justo la hora a la que sonaba todas las mañanas para despertarlo. Era más bien un caprichoso de su parte: le resultaba en demasía placentero apagarlo y saber que podía volver a acurrucarse entre las sábanas y dormir todo el tiempo que quisiera. Esa acción le recordaba a su época de secundaria y preparatoria, aunque también le traía recuerdos dolorosos sobre el acoso, pero trataba de no pensar en ello.
Ese domingo por supuesto que no fue la excepción. Sacó un brazo de las suaves sábanas blancas y lo extendió hasta alcanzar el despertador. Lo apagó con un golpe moderadamente fuerte, y el silencio en la habitación le relajó. Volvió a acurrucarse, con una enorme sonrisa en el rostro. Sin duda, amaba los domingos.
Se escuchó a lo lejos las campanadas de la iglesia, anunciando que la misa de esa hora había comenzado. En serio que no entendía por qué la gente se levantaba tan temprano en un día tan preciado para ir a escuchar la voz de un hombre que, supuestamente, les comparte la palabra de Dios. Pero bueno. Suponía que él no era nadie para juzgar las creencias de los demás. Eso sí, a veces pensaba que el país necesitaba menos religión y más educación. Muchas cosas cambiarían para bien si eso sucedía, estaba convencido.
Comenzaba a volver a conciliar su reconfortante sueño, pero el llamado a la puerta frustró sus planes. Resopló, frustrado. Se giró sobre el colchón e ignoró el llamado, esperando que, al no recibir respuesta, la persona afuera se largara. No fue así. Refunfuñando, se levantó de la cama, se colocó encima lo primero que encontró (porque había dormido desnudo esa noche), y salió de su habitación. Caminó hasta el baño y se aseó en tiempo récord.
Al salir, caminó por el pasillo rumbo a las escaleras, pero se detuvo frente a la habitación de Peter. La puerta estaba abierta, y no había rastro alguno del leñador adentro. Suspiró. Era obvio que, si Quill se había despertado temprano y salido a quien sabe dónde un domingo, era porque le estaba evitando. Tal vez era un poco rebuscado, pero sentía que el hombre dejaba abierta la puerta de su habitación a propósito como para invitarle a que volviera a entrar y husmear en sus cosas una vez más.
Peter no le había dirigido la palabra desde ese día que encontraron al animal muerto en la entrada. A ver, era lógico y lo comprendía, pero... le echaba de menos. Era increíble que estuviera extrañando los comentarios cerdos del hombre en todo momento. Sea como sea, él tampoco había hecho el esfuerzo por disculparse con el rubio y tratar de arreglar las cosas. Tal vez porque sabía que, de una u otra forma, saldría a relucir la conversación que quedó pendiente entre ellos. Si era sincero consigo mismo, prefería que las cosa fueran así. Prefería evitar esa conversación. Era un cobarde.