IV

251 28 7
                                    

Wolfind

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Wolfind. 9 de septiembre a las 12:26. 16 días para la próxima luna llena.


Caminaba por las calles del pueblo, con la luz del sol del mediodía golpeándole en la cara con toda su intensidad; era un día bastante caluroso. La playera que llevaba ceñida al torso comenzaba a darle picazón, y empezaba a sentir la humedad en sus axilas. Esperaba que el desodorante hiciera bien su trabajo, y que tampoco se notaran las manchas de sudor.

Ni siquiera sabía por qué quería llegar presentable a su destino, y mucho menos sabía la razón por la cual estaba haciendo todo eso. Sea como sea, tampoco es como que vaya demasiado presentable que digamos. Era un día caluroso, sí, pero era la primera vez que usaba ropas como esas que llevaba puestas: un short que no dejaba mucho a la imaginación, y la ya mencionada playera de color azul que se ceñía a su torso, tampoco dejando nada a la imaginación. Él era más de usar pantalones de mezclilla o gabardina, así como playeras de manga larga. No importaba qué tanto calor hiciera, esas eran sus prendas predilectas. Pero, esa vez, había decidido mostrar de más. Y una vez más, no sabía la razón de aquello.

¿Acaso quería dar una buena primera impresión?

Se sentía nervioso y algo ansioso. Y en cuanto llegó a su destino, esos sentires sólo aumentaron de intensidad. Observó a través del ventanal hacia adentro del lugar. Ahí estaba, ese hombre castaño que había llamado tanto su atención, y le mataba el hecho de no saber por qué.

No quería admitirlo, pero le había estado espiando un poquitín durante esos días que transcurrieron desde la primera vez que le vio. Había descubierto que consiguió empleo en la cafetería del pueblo, como mesero. Y también sabía que era muy dedicado a su trabajo. Durante esos días había estado acudiendo al negocio de enfrente (que era un puesto de antojitos típicos) con la intención de observarle trabajar, aunque sea unos minutos. Mientras hacía aquello, se debatía mentalmente si debería entrar y hablar con él de una buena vez; comenzaba a hartarse de pedir siempre lo mismo en aquel lugar para que no le echaran. Además, era consciente de que no podría hacer eso todos los días, puesto que tarde o temprano el castaño terminaría por descubrirle.

En verdad necesitaba saber por qué ese hombre llamaba tanto su atención a tal punto de obligarlo a espiarlo y usar ropas que en contadas ocasiones pasadas había utilizado.

Por lo poco que había alcanzado a ver, parecía ser un tipo genial y muy agradable. En verdad que quería conocerle. Quería encontrar un amigo verdadero desde que Bucky dejó el pueblo hace ya algunos meses. Y ese castaño que tenía enfrente justo en ese momento, parecía gritarle que ya se había tardado en dirigirle la palabra.

Decidido a conocer a ese enigmático ser de una vez por todas, entró a la cafetería del pueblo con el porte a lo alto. Caminó directo al mostrador, donde aquel castaño preparaba un café en ese momento. En cuanto la mirada del otro le enfocó, haciendo contacto con la suya, sintió un leve cosquilleo en su vientre bajo. Era una mirada café muy penetrante, intensa y brillosa.

La Bestia de Wolfind (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora