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Wolfind

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Wolfind. 17 de noviembre a las 08:04. 6 días para la próxima mitad del ciclo lunar.


Steve podía asegurar que jamás en su vida había tenido despertares tan más perfectos. Y es que podía jurar que cada mañana en compañía de su novio era mejor que la anterior. Estaba más que encantado. Con rutinas como esas que ambos compartían podía esperar tranquilamente la llegada del día en que Tony decidiera entregarse a él. Esperaba ese momento con ansias. Deseaba poder entregar su corazón por completo a su castaño, y que él le entregara el suyo de igual forma.

Esa noche, Tony había pedido ser una vez más la cuchara pequeña, y él por supuesto que no pudo negarse. Sin embargo, se había aventurado a dormir sin playera, esperando que Tony no se molestara o se fuera a sentir incómodo. No sucedió. Por el contrario, su lindo novio pareció dormir incluso mejor que la noche pasada.

Y en ese mismo momento, su corazón chocaba contra su pecho con demasiada intensidad, y sentía que en cualquier momento perdería la razón. Sin embargo, luchó con todas sus fuerzas para mantener el control de sus instintos; después de todo, ya lo había hecho por un largo tiempo, y por Tony podría hacerlo otra vez. O intentarlo, al menos.

Tony se encontraba encima suyo, dejando caer todo su peso sobre él, atacando sus labios de forma desmesurada. Y es que nada más despertar, lo primero que ambos hicieron fue comerse las bocas, sin siquiera saludarse con el clásico "Buenos días". Pero, vamos, era mucho mejor saludarse de esa forma que con simples palabras. Él, por su parte, se encargaba de tomar de forma posesiva la cintura de Tony, dejándole bien en claro que no sólo estaba disfrutando del saludo de buenos días, sino que ni siquiera intentara aparatarse.

Cuando el aire comenzaba a faltarles, ambos se separaban, se observaban directamente a los ojos con las pupilas dilatadas, esperaban unos segundos para volver a regular un poco la respiración, y volvían a atacar sus labios. Esa se había convertido en una de sus actividades favoritas cada que estaban juntos. Y podían llevarse largos minutos haciéndola sin cansarse o aburrirse. Habían desarrollado una adicción que ninguno de los dos deseaba combatir para ponerle un freno.

Repitieron el ciclo por diez minutos más antes de que el despertador sonara, provocando que ambos respingaran por el inesperado ruido y que Tony mordiera con bastante fuerza el labio inferior de Steve. Rieron cómplices.

—Hay que darnos prisa si queremos hablar con Cristian antes de que sea mi hora de trabajo. Hoy no puedo faltar o mi jefe me cortará la cabeza.

—¿Uno y ya? —pidió con ojitos de perro atropellado y con un puchero en los labios.

Tony rio antes de volver a besarle. Un beso que duró un largo minuto que para ellos fueron diez segundos. Al separarse de forma definitiva, se apresuraron a ducharse y prepararse para salir directos hacia el departamento policial de Wolfind.

Al llegar al lugar, pidieron ver al oficial en cuestión, y quince tortuosos minutos después, el hombre les indicaba que le siguieran, una expresión de extrañeza por su presencia instalada en su rostro.

La Bestia de Wolfind (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora