Tony Stark, un hombre joven con un matrimonio fallido, escapa de la ciudad y de las garras de su marido abusador. Así es como llega a Wolfind, un pequeño pueblo leñero apartado de todas las luces y ruidos de la ciudad. Ahí conoce a Steve Rogers, un...
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Wolfind. 26 de septiembre a las 07:53. 28 días hasta la próxima luna llena.
—Tony, despierta.
El mencionado se gira en la cama en medio de quejidos, renuente a querer abrir los ojos.
—Tony —insiste—. Despierta. Ha ocurrido.
Eso logra llamar la atención del castaño. Se sienta sobre el colchón, frotando sus ojos para poder enfocar la vista y poder despertar del todo. Cuando lo logra, observa a Quill de pie a un costado de su cama. El rubio está envuelto en una bata de baño, cubriendo su muy probable desnudez. Un poco de ambos pectorales se mostraba entre los pliegues de la tela. Tony sabía, de la propia boca del leñador, que éste era de esos amantes de dormir sin nada encima. Agradeció profundamente que el rubio tuviera piedad de él y se presentara en su cuarto para despertarle con algo que le cubriera el cuerpo, especialmente eso que Quill no parecía cansarse al momento de decirle una y otra vez que sería su perdición, aquello que lo pondría de rodillas y con la boca hecha un mar.
—¿Qué ocurre, Peter? —preguntó aún somnoliento.
El mencionado no respondió. En cambio, le mostró el periódico de ese día. En el encabezado de la primera plana se podía leer con letras grandes "¡La bestia lo vuelve a hacer!", acompañado por la noticia del hecho. La nota periodística no estaba acompañada por una fotografía que fungiese como evidencia, mas a su costado, en los bordes del papel, se podían apreciar otro tipo de fotografías: fotos de personas. Éstas estaban acompañadas de los perfiles de dichas personas. No fue difícil deducir que queda uno de esos individuos estaban reportados como desaparecidos muy probablemente a manos del mismo monstruo que protagonizaba la primera plana del periódico.
—¿Qué ocurrió?
—Levántate y vístete. Iremos a averiguarlo. La información sobre lo sucedido aquí en el periódico es muy escueta.
En un tiempo récord de diez minutos, ambos hombres ya se encontraban listos para salir de la casa. Tony llevaba ropas sencillas y cómodas, tal y como a él le gustaban: una playera sencilla de manga corta ligeramente ajustada, unos pantalones de mezclilla azules y un abrigo para el frío de la mañana. Peter, en cambio, llevaba sus ropas de leñador "superirresistible", como él mismo se llamaba.
Bien, Tony no lo iba a negar: Peter sí se veía increíblemente ardiente con esas ropas ajustadas que denotaban sus atributos masculinos. Por más que no terminara de congeniar del todo con ese patán, sí sabía apreciar cuando alguien era en verdad atractivo, y Peter por supuesto que entraba en ese grupo. Una lástima que su personalidad sea tan singular. Si no fuera tan descarado y cerdo en algunas ocasiones, tal vez consideraría el darle una oportunidad a ese rubio. Tal vez.
Antes de salir, le observó armarse con un hacha bien afilada.
—¿Es necesario llevar eso?
—Nunca sabes cuándo necesitarás utilizarla, lindura. Además, después de enterarnos del chisme completo, tengo que ir a trabajar, y sin mi hacha no puedo hacerlo.