Tony Stark, un hombre joven con un matrimonio fallido, escapa de la ciudad y de las garras de su marido abusador. Así es como llega a Wolfind, un pequeño pueblo leñero apartado de todas las luces y ruidos de la ciudad. Ahí conoce a Steve Rogers, un...
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Observó la esclava en su muñeca, detallando el nombre que en ella se mostraba, y la maldita huellita de lobo que ahora entendía su verdadera razón de estar ahí.
«—¿Me prometes que siempre estarás aquí?
—Lo prometo.
—¿Pase lo que pase?
—Tienes mi palabra.»
Ahora sabía que esas palabras dichas por Steve tenían secretos ocultos detrás de su pronunciación. Steve sabía que ese día iba a llegar tarde o temprano. Él sabía que su verdad iba a ser descubierta así le gustara o no, sin importar qué tanto luchara por esconderla.
Suspiró y frotó su rostro con las manos. Esperó unos segundos de reflexión en medio de la oscuridad y el desgarrador silencio que le brindaban esas paredes de madera. Mierda, ya no estaban las pisadas del leñador merodeando por ahí, ni sus gruñidos ni jadeos al momento de estar en compañía de alguno de sus amantes. Ahora sólo había silencio y soledad. E increíblemente, sintió que estaba solo en el mundo. Se sintió igual que cuando abordó ese avión y se despidió de sus mejores amigos a lo lejos. Y sin poder evitarlo, volvió a romper en un llanto amargo.
Sus lágrimas fueron interrumpidas cuando un aullido se escuchó en algún punto del bosque. Un aullido lastimero, casi como un sollozo. Un escalofrío le recorrió al momento de desviar la vista a la ventana y observar cómo la luna llena seguía resplandeciendo en lo alto del cielo nocturno.
¿Qué se supone que debía de hacer ahora?
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Wolfind. 25 de noviembre a las 20:51. 27 días hasta la próxima mitad del ciclo lunar.
Cierto hombre rubio a quien recientemente le quitaron su máscara, revelando ante los ojos más bellos que él haya podido ver en toda su larga vida quién era realmente y cuál era su secreto mejor guardado, se encontraba en posición fetal sobre el colchón de la cama de su cuarto, llorando y lamentándose por la forma en la que sucedieron las cosas. Ni siquiera podía ahogarse en su miseria en la soledad de su refugio, rodeado por la oscuridad que le propiciaban esos muros rocosos que prácticamente le vieron convertirse en un adulto, y los que también fueron testigos de todo el sufrimiento por el que tuvo que pasar antes de por fin salir a la luz hace dos años atrás.