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Esta historia de amor, misterio y suspenso está dedicada a mi mejor amigo de toda la vida con nombre raro EstropajoMaltratado, a quien seguro se habrán topado por ahí comentando pura estupidez. Gracias a él fue que yo descubrí el Stony, así que, en parte, es su culpa el que ustedes ahora estén leyendo esto en sus pantallas.

Con todo mi cariño, para ti, guapo :3

Y antes de empezar, lean el prólogo por si acaso no lo hicieron :)

Ahora sí, disfruten de la lectura :D

Ahora sí, disfruten de la lectura :D

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La Capital. Varios años antes de lo sucedido.


Tony se encontraba entrando a la recepción del hospital de la ciudad. Era uno de los más lujosos y costosos de toda la capital. El interior era elegante, muy minimalista, sin perder ese encanto mágico que caracteriza a los hospitales. El olor a medicinas y sufrimiento ajeno y propio (el típico olor de los hospitales) le inundó las fosas nasales. Sintió un ligero mareo. Odiaba los hospitales. Le recordaban a cuando era niño y su madre lo obligaba a ir al doctor o a cualquier centro médico a vacunarse.

Caminó hasta el mostrador de la recepción. Cuando se encontró ahí, observó a la señorita encargada de atender. Ésta se encontraba hablando por teléfono, probablemente atendiendo el llamado de algún familiar para pedir informes o algo por el estilo. Era joven, delgada y con una bonita cabellera castaña amarrada en una coleta que le llegaba hasta los hombros. Ella lo observó y le hizo un gesto con la mano, dándole a entender que enseguida estaría con él. Tony sólo sonrió como respuesta.

Aprovechó ese pequeño tiempo de espera para poder contemplar mucho mejor y con mayor detenimiento lo que tenía alrededor. Había una hermosa hoja elegante cerca de las puertas de cristal que fungían como entrada principal al hospital. A la derecha de la planta se encontraban unas cuantas hileras de sillas de plástico y algunos sillones de piel artificial negra pegados a ambos costados del lugar: la sala de espera. En ella había unas cuantas personas sentadas. Adultos y jóvenes con cubrebocas, esperando ser atendidos por algún médico. Integrantes de alguna familia llorando lo más silenciosos que podían debido a que algún familiar había sido internado o ingresado en urgencias. Niños inquietos e ignorados por sus padres que jugaban sobre los asientos vacíos o entretenidos con las máquinas expendedoras. Sí, los hospitales eran de sus lugares menos favoritos.

Antes de lo sucedido esa mañana, Tony jamás había acudido a un hospital por alguna emergencia o para visitar a algún familiar enfermo o, en el peor de los casos, en sus últimos minutos de vida. Agradecía a cualquier ser divino por eso. Lamentablemente, y como todo el mundo dice, siempre hay una primera vez para todo. Y, esta vez, fue la primera vez de Tony de acudir a visitar. ¿La razón? Para visitar a un... Ni siquiera sabía cómo llamarlo. ¿Un conocido, tal vez? El punto es que se encontraba ahí parado para poder visitar al chico que le defendió esa mañana en el colegio de todos esos abusadores.

La Bestia de Wolfind (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora