Tony Stark, un hombre joven con un matrimonio fallido, escapa de la ciudad y de las garras de su marido abusador. Así es como llega a Wolfind, un pequeño pueblo leñero apartado de todas las luces y ruidos de la ciudad. Ahí conoce a Steve Rogers, un...
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Wolfind. 3 de octubre a las 13:59. 21 días hasta la próxima luna llena.
El velorio de Austin Jansen se había llevado a cabo hace apenas unos días atrás, y el entierro se dio al término de éste. No es necesario destacar que la viuda señora Jansen estaba inconsolable durante el velorio, abrazada al ataúd de su difunto esposo, llorando sin consuelo alguno.
Tanto Tony como Steve asistieron al velorio y al entierro. Por otro lado, Peter se vio en la necesidad de abstenerse a ir. Su mala fama de ser un amante de follarse a todo lo que se mueve le traería miradas desaprobatorias en medio de toda esa gente. Prefería ahorrarse las molestias, si era sincero consigo mismo.
No es que le importara ser tratado de esa forma; después de todo, el rubio ya estaba acostumbrado a ese tipo de tratos por parte de los habitantes más añejados de Wolfind, y sabía perfectamente que esos lugares estarían llenos de esos sujetos. ¿Por qué las chicas lindas y jóvenes querrían asistir al velorio de un desconocido? Y por supuesto, mucho menos le interesaba asistir a esos eventos. En cambio, mató ese lapso de tiempo y aburrimiento follando sin descanso con el oficial Cristian, quien voluntariamente le había hecho una visita al haberse quedado con ganas de más la noche que cobró el pequeño favor que le hizo a Quill. Como dato extra: el rubio imaginó todo el tiempo que a quien se estaba follando era a Tony.
Eso sí, al rubio leñador no le hacía ni un poco de gracia que Tony y Steve pasaran tiempo a solas. Sí, sabía que en un velorio no harían nada que pudiera amenazar sus planes con el castaño, pero no estaba de más. No consideraba al otro rubio una competencia, pero prefería no arriesgarse y llevarse sorpresas inesperadas.
Después de ambos eventos mencionados, los tres hombres dejaron pasar un día más antes de visitar a la señora Jansen.
Justo ahora, Tony se reunía con Steve en el parque de Wolfind. Ambos se recibieron con una enorme sonrisa. Y aunque ninguno de los dos supo hallarle explicación, cuando sus manos se encontraron sintieron una corriente recorrerles el cuerpo. Cuando ambos se veían, automáticamente su día mejoraba.
—Hola, Tony.
—Ey, Steve.
Se sonríen mutuamente, y una vez más, ambos se quedan absortos en la mirada y sonrisa del otro. No es la primera vez que les ocurre, y ambos parecen comenzar a darse cuenta de eso. Tony, por un lado, era consciente hasta cierto punto de que estas reacciones no era la primera vez que las sentía; y por otro, Steve era la primera vez que las experimentaba, y tenía que admitir que se sentían genial, incluso si no sabía darles un nombre.
Fue el segundo quien despabiló primero, sonrojándose levemente al caer en cuenta del largo lapso de tiempo en el que ambos parecieron quedar hechizados.
—Por cierto, te tengo buenas noticias.
—Ah, ¿sí? —Tony reaccionó ante las palabras de Steve. Imitó el leve sonrojo en sus mejillas y rascó su nuca de forma involuntaria.