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Advertencia de sangre y escenas explícitas.

Advertencia de sangre y escenas explícitas

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Parque de Wolfind. 25 de octubre a las 20:00. Luna llena.


Dos adolescentes con los iniciales efectos del alcohol en su organismo gritaban y silbaban despavoridos mientras observaban cómo el castillo pirotécnico era quemado frente a ellos. Era un espectáculo de luces increíble. Las ruedas ubicadas a ambos costados de la estructura giraban y sacaban enormes cantidades de chispas, mientras que en sus centros se dibujan imágenes de todo tipo: la luna, el sol, una cruz y hasta un lobo. El ruido ensordecedor que producían esas cosas era todo un concierto satisfactorio para los oídos confundidos de ambos jóvenes.

La chica rubia y de fina figura parecía estar hechizada con tantos colores y chispas que se mostraban frente a ella. El chico pelinegro a su costado, gordo y que ya comenzaba a quedarse calvo a muy temprana edad, sostenía una gran botella de cerveza en la mano derecha, mientras que su brazo izquierdo se encontraba rodeando por la cintura a la chica.

A su alrededor era mínima la cantidad de personas que aún se encontraban en el parque. Y la mayoría de los juegos mecánicos ya habían sido apagados. Era una lástima que un espectáculo tan grandioso estuviera siendo presenciado por tan poca audiencia. Afortunadamente, más quemas de castillos pirotécnicos se llevarían a cabo a lo largo de todos los días que dure la feria, por lo que a la gente no le había importado perderse el de esa noche.

Para cuando la corona se elevó en lo alto del cielo nocturno, acompañada de algunas bombas que iluminaron todo Wolfind, marcando el final del espectáculo de esa noche, el chico dio un largo trago a su cerveza, vaciándola casi por completo. Posó una mano descaradamente sobre los glúteos de la chica, quien se dejó hacer sin inmutarse, es más, parecía que disfrutaba del tacto.

Era curioso ver cómo dos personas que se acababan de conocer hace apenas unas horas ya tuvieran esa confianza como si fueran amigos de hace años, o poseyentes de una relación de ya unos cuantos meses. El alcohol y los adolescentes deberían ser dos cosas que no deberían mezclarse, porque casi nunca sale algo bueno de esa mezcla.

—¿No quieres ir a un lugar más privado, preciosa? —insinuó. Su aliento apestoso a alcohol inundó las fosas nasales de la chica, la cual disfrutó del olor como si se tratase de la dulce y delicada fragancia de una flor.

Ella iba a contestar, pero fui interrumpida por el canto de las campanas de la iglesia, así como del gran reloj de manecillas ubicado casi en el centro del parque. El toque de queda había llegado, y ellos al ser turistas, deberían regresar al hotel en el que se habían hospedado antes de que éste cerrara sus puertas para no abrirlas hasta que el sol se asome una vez más, anunciando que el peligro ha pasado.

—Creo que deberíamos regresar al hotel.

Ellos se conocieron en la recepción de dicho lugar y ese mismo día. El chico obeso no dejó pasar la oportunidad de coquetear con esa hermosa chica, quien regresó los coqueteos de igual forma. Después de eso, ambos se la pasaron todo el día recorriendo las bellas y tranquilas calles de Wolfind hasta que cayó la noche y terminaron en la feria del pueblo. Y no sólo conocieron el pueblo durante su recorrido, sino que también se enteraron (de boca de un grupo de personas que hablaban sobre eso) de una leyenda que pasa de boca en boca entre todos los lugareños, así como esa noche habría toque de queda obligatorio para residentes y turistas por igual.

La Bestia de Wolfind (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora