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Corte de Wolfind

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Corte de Wolfind. 14 de febrero a las 13:13. 25 días desde ese plenilunio.


Hace no mucho sus mejores amigos habían vuelto a la capital, una semana antes de que le dieran el alta del hospital. Todavía no estaba del todo recuperado, por lo que tenía que caminar a un ritmo lento y calmada. No hacía falta mencionar que se le prohibió rotundamente el correr, hacer cualquier tipo de esfuerzo, cargar cosas pesadas y mucho menos practicar cualquier tipo de deporte.

Por supuesto, aún tenía los puntos de su herida en la espalda, por lo que constantemente tenía que cambiar las gasas y los vendajes. Sin duda, jamás había gastado tanto en ese tipo de cosas, así como en medicinas. Ni siquiera cuando le insertaron esa cosa en el pecho había necesitado de tantas atenciones y cuidados. Afortunadamente, sus amigos eran un gran apoyo económico, al igual que las reservas que Steve había dejado en casa antes de eso. Mas ese dinero lo había guardado para usarlo exclusivamente cuando hubiera alguna emergencia.

Entrar en casa era doloroso. Cuando salió del hospital, entró únicamente para tomar ese dinero, básicamente fue de ida y vuelta. Se encerró en la casa de Peter desde entonces, antes de que ésta pasara a manos de la presidencia del pueblo a falta de un dueño legítimo. Destino del cual también sufriría la casa en la que durmió hace apenas unas semanas, antes de que todo estallara.

Era mucho menos doloroso dormir en la casa de Peter que en la de Steve. Los recuerdos no lastimaban tanto y no había mucho alrededor que le recordara a su novio. Pero sabía que tarde o temprano tenía que entrar a esa casa, no sólo para tomar sus cosas antes de partir, sino que también para despedirse.

Porque sí, no podía quedarse. Ya lo sabía, sólo estaba esperando la confirmación. La cual se estaba dando justo en esos momentos.

El abogado que Stephen personalmente contrató para él decía ante el jurado y el juez:

—Como puede ver, su señoría, el ciudadano Steven Grant Rogers tenía un gran talento y amor a la pintura, siendo ésta la ocupación que ejercía y que, a su vez, demuestra que no se trataba de una persona conflictiva ni con problemas mentales o psicológicos.

El abogado enfundado en un traje marrón, de unos cuarenta años, con signos notables de calvicie, delgado y de porte seguro, mostraba las pinturas de Steve que había tomado del estudio del rubio. Él le dio las llaves de la casa para que pudiera entrar y tomarlas, argumentando que serían de gran ayuda para el caso en el que estaba implicado.

De igual manera, ya había localizado y llamado a James y su esposa Natasha, los dos amigos de su novio, los cuales acudieron al pueblo en cuanto pudieron y que en esos momentos se encontraban mezclados entre el público en la corte. Ya les había enterado de todo lo sucedido, soltando absolutamente toda la verdad. Desde que él fue el novio de su gran amigo Steve, sacando del clóset al rubio sin su consentimiento, pero siendo necesario; hasta el secreto mejor guardado del pintor y que posteriormente también fue su secreto: la identidad de La Bestia de Wolfind.

La Bestia de Wolfind (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora