Tony Stark, un hombre joven con un matrimonio fallido, escapa de la ciudad y de las garras de su marido abusador. Así es como llega a Wolfind, un pequeño pueblo leñero apartado de todas las luces y ruidos de la ciudad. Ahí conoce a Steve Rogers, un...
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Wolfind. 18 de noviembre a las 22:00. 5 días para la próxima mitad del ciclo lunar.
Steve se encontraba de pie, bajo la oscuridad de la noche, enfundado en una chamarra afelpada; el frío invernal cada vez se hacía más presente, sobre todo durante las mañanas y cuando el sol se ocultaba. Observó el reloj de pulsera en su muñeca, sonriendo ampliamente al observar la posición en la que se encontraban las manecillas: diez en punto. Regresó su vista a la puerta de metal iluminada por un foco que tenía justo enfrente, esperando emocionado a que ésta se abriera, con la sonrisa que siempre se instalaba en su rostro cuando esa hora llegaba.
Fue el minuto más emocionante y desesperante de toda su vida, pero valió la pena en cuanto sintió el calor en sus mejillas y al corazón palpitándole desmesurado en el momento en que la puerta se abrió, dejando ver la perfecta silueta de su precioso novio. A la velocidad de la luz, ya se encontraba a escasos centímetros de los dos escalones que conducían a dicha puerta. Estaba a punto de subirlos para poder apretujar a su novio entre sus brazos, pero éste le sorprendió cuando se lanzó desde lo alto de los escalones directo hacia él. Lo recibió gustoso, manteniéndolo elevado y hundiendo su rostro en la curva del cuello del castaño, aspirando el delicioso aroma de su colonia mezclado con el que su propio cuerpo desprendía.
—Ya moría por verte —confesó Tony, aferrándose a la ancha espalda del rubio y apoyando la cabeza en el hombro.
—Y yo a ti.
Ambos hombres se mantuvieron fundidos en ese íntimo y muy sugerente abrazo. Si cualquier ajeno les sorprendiera de esa forma, no dudaría en sacar conjeturas y malinterpretar la situación. Aunque no estaría malinterpretando nada, ya que era justo eso lo que estaba sucediendo: amor y cariño entre dos hombres. Para ojos ajenos eso sería una aberración, un pecado, una inmoralidad y hasta un delito en la mayor parte del país; pero para ellos era algo real, intenso y magnífico. Y el ser descubiertos podría implicar dos cosas: si tenían suerte, el tercero sólo haría un gesto de repulsión y seguiría con su camino como si nada; o dar inicio a una agresión física y verbal en contra de ellos que terminaría en un confrontamiento y en un escándalo público, lo que también traería consecuencias fatales para ambos. Las leyes y creencias en Wolfind seguían siendo bastante arcaicas, y si algo como una pelea pública llegara a suceder por culpa de haber sido pillados abrazándose muy cariñosamente, las autoridades no dudarían en darle la razón a los agresores, y ellos podrían ser encarcelados o hasta desterrados del pueblo.
Sea como sea, el abrazo se estaba dando en un lugar relativamente seguro, apartado de las miradas chismosas y prejuiciosas. Y ayer mismo, Tony le había expresado su miedo a Steve de levantar sospechas y rumores sobre ellos al ver al rubio ir del diario a recogerlo. Y aunque se cuidaban en demasía de no hacer en público algo que delatara su relación, Tony sabía perfectamente que los rumores corrían de boca en boca a una velocidad impresionante, como la electricidad en un cable o el viento en un huracán. Y él más que nadie sabía que los rumores eran muy, muy peligrosos. Después de todo, ese fue el motivo principal de haber sufrido de acoso en la preparatoria.