Yibo tenia que decidir pronto que era lo que iba a hacer con el extraño en su cama.
— ¿Yibo?
El se puso nervioso. Se alejó de la cama pasando saliva... Cubrió el pezon del chico percatarnos que había estado a punto de devorarle.
Ayuda.
Necesitaba ayuda con el intruso en su cama y su padre estaba justo al otro lado... El solo tenía que mover la perilla y podía deshacerse del problema. No necesita un omega desconocido que seguramente era quien lo había estado acosando los últimos días probando hasta el límite sus instintos.
Yibo puso la mano en la perilla. Listo para abrir, pero... ¿Después?
El omega detrás de el desaparecería. Su alfa le arañó las entrañas.
— ¿Estás bien?
Inconsciente o conscientemente. Yibo anulo las feromonas del omega con las propias. — Sí señor, estoy bien.
— ¿Qué fueron esos gritos hace un momento?
— Nada. Ya sabes que me dan miedo las películas de terror.
— ¿A esta hora? ¿No sabes que tenemos que trabajar temprano?
— Si señor. Lo siento.
— A dormir!
Yibo no se removió de la puerta hasta que escucho los pasos de su padre alejándose. Dibujo una sonrisa ladina antes de volverse hacia el omega en su cama.
Apretó su mandibula, su garganta se reseco al recordar la imagen del omega a gatas en su cama. Él aroma... Aspiró, pero era poco lo que quedaba...
No estaba.
Su alfa enfureció aún más...
Yibo buscó en el armario... La ventana estaba cerrada.
¿En que momento había huido? Le había sedado para que dejara de provocarlo... Pero el todavía quería averiguar quien era.
Se dejó caer en la cama y sintió entonces el pequeño bultito.
— Oh... ¿Qué haces aquí? — Lo tomó entre sus brazos y sintió el cuerpecito sencillamente pesado.
— ¿Estás bien? Conejito...
Yibo lo picó con su dedo pero el conejito no se movía aún. Estaba dormido...
Se tensó... la mancha negra debajo en el pelaje que se podía ver debajo de los dientes del animalito. El se tenso.
No podía ser cierto.
No se iba a hacer ideas extrañas.
Decidió dormir aún con su corazón inquieto. Pero en la mañana lo supervisó... El conejito seguía muy dormido... Y se sentía caliente.
Yibo lo escondió en una maleta la cual tenia varias entradas de aire. Tomó algo de sus ahorros y lo llevó al veterinario.
Esperó pacientemente. El profesional salió un poco disgustado después de revisarlo.
— ¿Qué clase de sustancia le dio?
— Ninguna. El... Yo estaba... Ahh... Solo sus vegetales.
— Parece dopado aún, le hicimos vomitar... y encontramos esto.
Yibo tomó una bocanada de aire. Su mente ni siquiera podía procesarlo.
— Si no me dice ahora que clase de pildoras son. Llamaremos a la sociedad protectora de animales.
— Eran para mi. Una es para dormir y el otro es un supresor.— Mintió. En el caso de que llamaran, lo más probable era que nunca fuera volver a ver al conejo. — Yo las iba a tomar y se me cayeron... Las estuve buscando pero no las encontré. ¿Cree que si lo hubiera hecho a propósito lo traería?
— Tenemos que hacer un registro. Estos son medicamentos muy fuertes para un conejo. Además debe reportarse aquí los siguientes meses.
— Está bien. Solo dígame que tengo que hacer para que mejore. — El castaño lo sostuvo y entonces se le ocurrió que podía ser terrible si se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo con su conejo.
De regreso a casa. Sólo miraba al conejo... Zhan estaba despierto pero muy quieto, para el conejito el mundo alrededor se movía y su garganta ardía desde que lo habían hecho vomitar. Sin embargo en el pecho de Yibo siendo abrazado y consentido se sentía mejor.
El alfa le miraba de forma oscura... Quería apretarlo... Quería tragarlo...
Yibo sin embargo, lo que sentía era culpa.
¿Qué iba a hacer una vez, el efecto pasara?
Dos días exactamente, volvió a ver al chico pelinegro desaperezandose a su lado. Zhan se sentía como si hubiera estado en trance por muchos días. Yibo se alegro de que finalmente el conejo parecía con vida...
Justo salió del baño cuando lo vió... El cuerpo del conejo, del omega estaba totalmente desnudo.
— Tengo hambre... Estoy tan hambriento... — Su boca estaba muy seca y entonces salivo al ver lo que parecía ser una zanahoria gigante escondida debajo de la tela que Yibo llevaba puesta.
— Alimentame por favor... — Tenía hambre pero sus entrañas comenzaron a encenderse y a sublimarse. Su cara se sonrojo.