Capítulo 18 Círculo de piedras

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El cuerpo de Sander yacía prácticamente inerte sobre el suelo, bajo un cielo tapizado de hojas extrañas iluminadas por luciérnagas titilantes, las cuales no sabía si realmente estaban ahí o eran producto del agotamiento; la lumbre ya había consumido por completo los maderos de la fogata, y la oscuridad cubría el lugar por completo.

Sus piernas le dolían tanto que moverlas representaba un dolor inmensurable, una de ellas, la que había sido "arreglada" por el tipo de ojos miel, directamente no seguía sus órdenes, no la podía mover por más que lo intentaba. Mientras que la otra, la cual estaba atravesada por una rama, lograba que el pobre chico tocara el infierno con cualquier mínimo movimiento.

Fue entonces cuando se escucharon pasos a la carrera a la distancia, dirigiéndose a su dirección.

¡Voy a morir!

Las pisadas se multiplicaron transformándose ahora en un grupo, ¿serían personas? ¿Un animal pesado?

¡Voy a morir!

Aumento la velocidad del ruido

¡NO QUIERO MORIR!

Sus pupilas estaban dilatadas, los latidos de su corazón le resonaban en los oídos como tambores, gotas de sudor recorrían la piel de su espalda, mientras la desesperación lo abrumaba, lágrimas de frustración surcaban sus mejillas, mientras que su mente desesperada solo podía buscar una opción para sobrevivir, pero el dolor se infiltraba en sus pensamientos, volviéndolos una neblina confusa e irracional.

¡NO QUIERO MORIR NO QUIERO MORIR!

El chico desgarro un pedazo de su capa para poder morderlo y contener los gritos por las punzadas de dolor que apuñalaron su columna vertebral como cuchillos al momento de que cruzó sus piernas empujándolas con sus brazos, logrando que ambas se sujetaran en una especie de posición de indio, una vez así empujo su cuerpo con sus brazos hacia la oscuridad de aquel lugar, alejándose de las pisadas que se acercaban más y más a él.

El chico se ocultó entre los arbustos con esfuerzo, intentando buscar algún camino, una senda, o lo que fuera que lo llevara hasta los estrellados. En ese momento ellos eran su única opción.

Sus brazos le temblaban, no estaba acostumbrado ni preparado para hacer lo que estaba haciendo, no vio una rama en el camino, la cual se enredó entre sus manos haciéndolo caer al vacío y sumiéndolo en la inconsciencia.

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Al despertar la cabeza me retumbaba y un zumbido no abandonaba mis oídos como si una abeja se hubiera posado en ellos, poco a poco fui abriendo mis ojos solo para encontrarme con una mujer enfrente de mí.

Me di cuenta de que mis manos estaban atadas, unidas por una larga cuerda que rodeaba un árbol, cada uno de los extremos de la cuerda estaba unido a una de mis muñecas, la mujer frente a mí estaba desnuda, con los párpados abiertos, pero las cuencas vacías, su rostro estaba cortado dejando a la vista sus dientes mezclados con mechones de cabello y vidrio, como si la hubieran obligado a tragárselos y masticarlos cuando aún estaba con vida.

¡WAAAAAHHH!

Al inicio grité con todas mis fuerzas por el pánico, después por el dolor que represento el movimiento tan brusco que me provocó lo que estaba frente a mí, el sentir la tierra directamente contra mí me y percatarme de que yo también estaba desnudo, en su rostro descansa la marca de las construcciones, fue esa la vívida prueba para confirmar que ella era una estrellada.

Pasos subsiguieron mis gritos, unos pasos pesados que arrastraban cadenas.

- No deberías gritar al ver el rostro de una dama tan hermosa, menos cuando ella fue tan linda contigo, que descortés de tu parte.
¿Cómo se siente pasar la noche al lado de la sanadora que te salvo la vida?, no tienes idea de cuánto gritó para que la ayudaras mientras tú estabas inconsciente... como si fueras capaz de oírla. Ahora mírala mostrando sus pechos descaradamente enfrente de dos hombres.

El loco de los mil mundos (18+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora