Capítulo 38 Puedes ir al sanatorio mental

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-  Elnath ¡ELNATH!

Gritó Sander arrodillándose al borde de la balsa y escudriñando el agua con los ojos desencajados. Sonó un crujido y una cuerda se soltó con un latigazo ¡Elnath no ha muerto! ¡No puede haber muerto! Los corales seguían pegándose a la balsa mientras que anguilas azules y verdes brillaban en el agua arremolinándose por debajo del chico.

El pequeño dragoncito emitió un gruñido sordo contra el agua y retrocedió hasta el centro de la balsa mientras la mente del chico trabajaba a toda prisa, no estaba dispuesto a terminar de comida para esas horrendas criaturas.

La balsa crujió de nuevo y los Corales rosados parecieron más insistentes y numerosos. El pequeño dragón emitió un gorgoteo asustado mientras el forestal se amarraba los macutos con provisiones al cuerpo de una forma en que no fuera a perderlos mientras media la distancia que le faltaba para llegar a la presa.

Poco a poco se estaba alejando de su meta, la balsa no aguantaría mucho tiempo a flote, y no había ninguna otra superficie en la cual apoyarse, la única opción que le quedaba era nadar hacia la presa.

Su mente se dividía entre la razón, la lógica y la esperanza de un preso que recorre el camino de la muerte mientras espera que alguien lo salve, si se quedaba en la balsa con toda seguridad se hundiría, pero si se lanzaba a aquella agua aceitosa no sabía si podría salir a flote, mucho menos estaba seguro si lograría llegar a la presa, pero no había más opciones para él.

Quizás podría lograrlo, es más ¡debía lograrlo!

No había tiempo para nada, no había tiempo para pensar en Elnath, Sander no sabía siquiera si su idea era buena, pero era la única que había tenido. Pensó que, si esas criaturas del lago se salían con la suya, al menos el catalizador terminaría en el fondo del lago con él y la reina no podría usarlo para atravesar la puerta e invadir aquel reino tan fácilmente.

El pequeño dragoncito gorgoteó de nuevo, desesperado.

-  Lo siento, amigo mío, sé que el agua no te gusta, pero no tenemos más remedio. No te sueltes de mí y todo irá bien.

Trató de tranquilizarlo el forestal mientras lo encaramaba sobre su hombro, y antes de que su cerebro pudiera procesarlo o volver a meditar aquel plan suicida su cuerpo ya había tocado el agua en un salto que lo sumergió por completo.

Un instante después, la balsa crujió como si gimiera y las aguas del lago de estrías rosadas y azules la cubrieron. Luego empezó a hundirse hacia el fondo del lago lentamente. Largas estelas de luz verdes azuladas, semejantes a relámpagos, se arrojaron sobre ella.

El chico se hundió igual que una piedra muy pesada en aquellas aguas aceitosas mientras las uñas del pequeño dragoncito se aferraban a su hombro dejando pequeños hilos de sangre que se mezclaban en aquellas aguas atrayendo más corales carnívoros. Pero Sander logró sacar la cabeza a flote mientras sentía como aquellas criaturas se pegaban como pulgas a su cuerpo.

Nado con todas sus fuerzas, incluso cuando sentía que sus movimientos se volvían más lentos y torpes, incluso cuando por momentos su cuerpo se hundía haciéndolo tragar agua y pequeños corales, aunque sintiera como aquella plaga se enredaba en sus cabellos mordisqueando su cráneo él seguía nadando.

Pero sus movimientos se habían vuelto demasiado lentos y casi no podía mantener abiertos los ojos, las sienes le martilleaban dolorosamente. Llegó un momento en que ya no tuvo fuerzas para moverse y se abandonó al agua, hundiendoce.

No supo exactamente lo que ocurrió después. En un momento sintió que caía en un abismo sin fin, trató de reaccionar al frío y al aturdimiento, luchó, volvió a abrir los ojos mientras estelas de luz verdes pasaban junto a su cuerpo y los dientes voraces e impacientes de aquellas criaturas le rozaban las piernas. Sintió en su cabeza los latidos del corazón y la sangre silbándole en los oídos.

El loco de los mil mundos (18+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora