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Jerez de la Frontera. España.

Actualidad.

Olivia.

Los nuevos soldados no tardan en llegar y, como bien dijo Michael, son 30 nuevos soldados los que acogemos en nuestra base para llevarlos posiblemente a una muerte segura. Porque sí, Brasil y Francia aceptaron mandarnos a 5 de los suyos pero, aún así, pienso que somos demasiado pocos para esta misión según el nivel de peligro que veo en ella aunque por otro lado creo que mientras más seamos también es un peligro. Si es cierto que los rusos se han aliado con la Yakuza japonesa estamos bien jodidos y que me hayan dejado fuera de juego me jode aún más. El que dejen en mis manos la decisión final de si estos hombres son aptos o no para este puesto no me sirve ni para llegar a calmar mi mente un poco, necesito ser yo la que esté allí con ellos y no controlar desde aquí lo poco que me dejen. Hasta Michael irá a esta misión para trabajar como mediador en el peor de los casos y eso me pone peor todavía. Michael nunca ha ido a ningún sitio, siempre lo ha dejado todo en mis manos y que haya decidido ir me pone de los nervios. Confío ciegamente en la capacidad de los chicos pero tengo miedo por ellos, no quiero tener que enterrar a ninguno y el hecho de no controlar sus vidas desde allí me pone enferma.

─ Nos están esperando ─ dice Pablo en la puerta de mi despacho, sitio el cual he tenido la mala costumbre de frecuentar mucho estos días, mientras observo a los nuevos en el patio por la ventana ─ Vamos a ver de que pasta están hechos y si de verdad son tan buenos como dicen ser sus superiores.

─ Necesitamos que sean así de buenos o incluso mucho más por la cuenta que nos trae ─ afirmo sin apartar la mirada ─ De momento no me gusta lo que veo.

Pablo se acerca y se posiciona a mi lado con los brazos cruzados al pecho y suspira.

─ ¿Qué notas que no te agrada, torbellino? ─ pregunta ─ No tomes decisiones antes de ver nada más.

─ De todo el tiempo que llevan ahí parados siguen en grupos divididos ─ empiezo a explicar ─ los rusos con los rusos, los alemanes con los alemanes... todavía no les he visto unirse los unos con los otros, sólo malas miradas entre ellos y se supone que tienen que trabajar juntos.

Pablo suelta una risotada y me planta un abrazo por la espalda que acepto con mucho gusto.

─ No esperes que la unión que hay entre nosotros la haya en los demás grupos que nos encontremos porque no la habrá en la vida ─ dice y me da un beso en la mejilla ─ Lo único que necesitamos es que trabajen bien y que sean capaces de cubrirse las espaldas los unos a los otros y eso es justo lo que tenemos que averiguar nosotros. En cada regimiento militar los entrenan de manera que deben estar siempre con sus compañeros y que los demás siempre serán el enemigo.

─ Lo sé pero no quiero dejar vuestras vidas en manos de cualquiera y lo poquito que he visto no me gusta ni un pelo ─ explico y dejo ver mis miedos por primera vez ─ No me gustaría tener que enterraros cuando estéis de vuelta a ninguno de vosotros.

─ No puedo prometerte nada aunque ya nos conoces bastante bien, sabemos cuidarnos bien y una ayudita extra no está nada mal ─ dice sin dejar de abrazarme ─ Aunque pienses que tu trabajo aquí es una mierda no lo es, creo que es una parte fundamental en la misión para que todo salga como tiene que salir. Tu serás nuestros ojos y oídos y sabrás que puede pasar antes de que ocurra. Alexei y yo estamos trabajando en algo potente para que te deje meterte en cualquier sistema que quieras y eso conlleva a que verás cámaras y tendrás acceso a muchos sitios más. No pienses que tu trabajo aquí no sirve de nada porque entonces estás diciendo que tanto Alexei como yo somos unos mierdas y que no servimos para nada.

─ Para el carro, chaval ─ le interrumpo porque se le está yendo la pinza de una manera descomunal ─ Sois mis chicos favoritos dentro de la base y pienso que vuestras mentes son impresionantes por las barbaridades que sois capaces de hacer. Yo en cambio, sólo hago algo que ya está hecho.

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