CAPÍTULO 12

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OMAR.

Llego a la casa de mis padres, después de dos días calmando mi furia contra la mujer que me dio la vida. Justamente hoy decidí aparecer para hablar con ella seriamente. No quiero que entre nosotros halla más inconvenientes como esos, no deseo tampoco que vivamos en discordia y mucho menos ahora que estoy más que decidido a pedirle matrimonio a mi pantera dorada, ella ya es mi mujer pero deseo de todo corazón que sea mi esposa, la madre de mis futuros hijos, la dueña de mi casa, la señora de nuestro hogar.

Una de las sirvientas me abre la puerta y me dejan entrar, pregunto por mi madre y la chica me dice que se encuentra en el salón principal tomando el té con mis hermanas y padre.

Mis pasos resuenan sobre el frio mármol, no me tardo mucho cuando estoy frente a la puerta toco dos veces esta se abre y yo entro sin mirar a nadie. Mi madre al verme se pone de pie y camina hacia mí en un intento de abrazarme pero no la dejo.

—Hijo…

—No madre, no… estoy muy decepcionado de ti, aun no puedo creer que la mujer que me dio la vida se prestara para hacer ese tipo de cosas tan infames —murmuro esta vez mirando sus ojos que son tan iguales que los míos.

—No puedes juzgarme de esa manera Omar, yo soy tu madre, no puedes colocarte en contra de mí, de la mujer que te ha dado la vida…

—¡Y eso es lo que más me molesta!, te hubiera pasado cualquier cosa madre, cualquiera pero jamás perdonare que te interpongas en mi destino con Gema, que te metas con ella, que la distancies más de mí.

—Hijo, ella no te quiere ¡entiéndelo, no te ama!, no te merece, necesitas a una chica que te quiera y te respete, una mujer que esté dispuesta a todo por…

—¡Y QUIEN ES ESA CHICA MAMÁ DIMELO!, acaso es Rani, acaso quieres que me case con la chica que muy gratamente elegiste para mí —niego —no lo hare, no me casare con esa mujer, no obedeceré tus órdenes y desde ahora no mirare tus ojos. Dale gracias a Alá que eres mi madre y te amo porque si no lo fueras te habría matado por tu insolencia —alzo mi rostro para verlos a todos, mi padre no dice nada se mantiene en silencio a sabiendas que tengo razón —¡Escúchenme bien, Gema es mía, MI MUJER, TODO AQUEL QUE SE META CON ELLA SE METE CONMIGO, he sido CLARO! —grito furioso. Salgo de allí sin mirar atrás y me voy directamente hacia la fábrica, necesitaba calmarme estar tranquilo para poder encontrarme con mi chica rubia, no deseo alterarla, lo único que quiero es hacerla feliz, inmensamente feliz.

GEMA.

DOS SEMANAS DESPUES.

Estoy sentada en una de los sofás que están cerca de la ventana. No he tenido ánimos de salir, me siento agotada, triste por no haber podido lograr salir de aquí, es una decepción una completa decepción. Lo que me ha estado sacando un poquito de mis cabales es la atosigadora atención de Omar, no se ha atrevido a tocarme pero aun así duerme cada noche conmigo, me llena de regalos caros y cada vez que viene trae un ramo de rosas consigo.

Se mantenido callado, el me esta ocultado la verdadera razón de mi desmayo, no era tonta, ni mucho menos siega, sabía perfectamente que bajo aquella preocupación obsesiva que tenía había una enorme razón. Poso mi mano sobre mi vientre, mi ceño se frunce instantáneamente, es como si por mucho que me lo negara algo sabía que dentro de mi cuerpo había algo más, algo que quizás en estos momentos ya no este.

Prefiero no saberlo, prefiero no saber que existía mientras no lo sepa el dolor no será tan fuerte y no necesito ser débil en estos momentos. Sigo mirando a la nada, con la vista perdida, ya no lo soportaba más, cada día sentía que estaba cayendo en un profundo abismo, me estoy ahogando, me estoy asfixiando y mientras más tiempo pasaba el nudo aprieta en mi garganta con fuerza ahogándome, atosigando y alterando cada nervio de mi cuerpo.

CAER ENTRE LAS SABANAS DE OMAR ABBARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora