CAPITULO 22

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OMAR.

—¿Cómo se encuentra? —pregunta Harum entrado en la habitación. No despego mis ojos de ella, lo que paso hace tan solo diez horas ha puesto en un fino hilo mi matrimonio y para empeorar Maliko le dejo una fea herida en la pierna. Se que no es culpa del perro, pero actuó sin orden alguna por lo que es un peligro para mi esposa, eso no puede volver a suceder.

—Está bien, el doctor ha recomendado analgésicos y cambios constantes de vendaje. Esto no debió haber pasado, y no puede volver a suceder —respondo sin dejar de mirarla dormir.

—En algún momento ella se iba a enterar, hubiera sido mejor si se lo hubieras contado, pero preferirte hacerte el príncipe rico en vez del mismo amo de uno de los carteles más peligrosos que ha habido en estas tierras —paso mis manos por mi rostro signo de estrés, de agobio.

—Lo sé, pero ya es demasiado tarde para pensar en él hubiera, ella me perdonará, con el tiempo lo hará y entenderá que su lugar es a mi lado gobernando juntos.

—Estas Obsesionado Omar, esta obsesión te llevara a la puta perdición —dice Harum antes de salir de la habitación. Era consciente que mi amor por Gema me iba a llevar a la perdición pero que importaba, la amaba más que a nada en este mundo y la necesitaba como a nadie. A la final termino desvistiéndome y acostándome a su lado, acerco su cuerpo al mío y me envuelvo en su olor suave como a flores silvestres con un toque de canela y vainilla, huele también que la aprieto más a mi cuerpo deseando fundirme en ella, pegar su piel a la mía.

—Eres mi maldita adicción jawhara, soy un loco desgraciado que esta jodidamente enamorado de ti.

Me despierto al escuchar quejidos y murmureos. Me siento en la cama para saber que pasa y me encuentro a mi esposa en medio de una pesadilla, su frente esta perlada de sudor, toco su frente y si tiene fiebre. Salgo de la cama rápidamente y busco a Salome.

Entro en la cocina y la encuentro dándole órdenes a las cocineras, no hace ocho horas que llego por órdenes mías la necesitaba aquí al lado de mi esposa —Señor...

—Preparas toallas limpias, y agua fría súbelo a la recamara de la señora hay que bajarle la fiebre —dijo sin titubear, vuelvo a la habitación y ella ha abierto los ojos, pero no mira a ninguna dirección solo está en un punto fijo de la pared de la recamara —Gema cariño —le hablo dulcemente queriendo llamar su atención, pero no me mira. Salome no tarda con los paños limpios y el agua, también ha traído el botiquín de emergencia.

Salome empieza a limpiar su rostro húmedo por el sudor, y después coloca paños húmedos sobre su frente, brazos, pecho, y a pesar de los fríos que están no se inmuta y sigue viendo a un punto fijo de la pared.

—Señor no se preocupe ella estará bien —me anima, quisiera creer que será así, deseo que tenga razón, pero algo muy dentro de mi sabe que la mujer postrada en mi cama con la vista perdida me dará más lucha, me hundirá con ella en el valle de su odio.

Después de un rato ella volvió a cerrar sus ojos, le hemos cambiado la venda y limpiado la herida. No duermo durante toda la noche, hemos intentando darle de comer, pero no cede. Cuando el sol sale yo ya me he bañado y me he puesto a trabajar en mi lacto. Después de un rato decido ir a buscar algo para comer, pero no he dado ni dos pasos cuando escucho su voz, su delicio y linda voz.

—¿Por qué no te vas? —me detengo. Me giro para verla allí sentada en la cama con sus cabellos dorados revueltos, su bata arrugada y las enormes sombras en sus ojos.

—Cariño que bueno que hayas despertado —acorto la distancia entre nosotros y me siento en la orilla de la cama —le pediré a Salome que te prepare un rico desayuno debes estar hambrienta —voy a acariciar su rostro, pero esquiva mi toque.

CAER ENTRE LAS SABANAS DE OMAR ABBARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora