CAPITULO 14

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OMAR. La veo bajar por las escaleras vestida con un bonito conjunto de falda lápiz y blusa blanca con detalles dorados, tacones del mismo color virginal que hacen que su piel se vea más pálida y su cabello rubio como el oro plata remarca su rostro mientras cae elegantemente sobre su espalda en risos naturales alborotados y hermosos, haciéndola parecer mucho más joven incluso menos despreocupada como si todo lo que ha estado pasando no hiciera mella en ella.

No soy un buen hombre, nunca lo he sido pero he intentado serlo por ella aunque Gema ya no quiera verme o más bien nunca me ha visto solo ha estado fingiendo, cautivándome con su belleza y su deseo fingido, haciéndome creer, confiar en ella para que en el primer momento me deje como lo hizo aquella vez mientras la hice mía y se fue en el primer instante que vio oportunidad. Jodida mujer necia, ella es tan terca, obstinada, audaz, valiente, su forma de mandarme a la mierda me llama tanto la atención que se me es imposible no obsesionarme de su fuerza salvaje, ella es una pantera dorada capaz de hacerme caer bajo la tentación de la avaricia.

Mi padre tenía razón, mi hermano tenía razón, yo debí haberla enamorado primero, debí haberle regalado flores, bombones, ser el hombre bueno desde un principio, entrar en su vida como un hombre común y normal pero no lo hice, porque el diablo que hay en mí, el oscuro yo obsesionado y adicto a su belleza no pudo esperar, soy como un animal hambriento que lo único que necesitaba en ese momento era su cuerpo bajo el mio. Tome lo que creí mio, la poseí, la amarre a mi tanto que ni su resistencia podían desatar el amarre que le hice. ¿Y ahora qué?, ahora ella se resiste como una pantera salvaje, pero se le olvida que yo soy su domador y que solo yo puedo doblegarla la cosa es que no deseo hacerle daño, lo único que quiero es que ella confié en mí, en mi amor por ella, en que soy la única persona que tiene en este mundo.

—Te vez hermosa —murmuro cuando ella está frente a mí. Sus ojos tan hermosos como las estrellas del cielo no me miran y eso envía una punzada dolorosa a mi pecho, ella solo se mantiene neutra, callada como si se revelara con su silencio —Gema…

—Vámonos —dice caminando hacia la puerta principal y saliendo de ella.

Por un segundo dudo, dudo que sea el momento adecuado para pedirle matrimonio, no así, no con esa actitud frívola que tiene hacia mí, es como si su odio se hubiera comido la atracción que ella estaba empezando a sentir por mí.

De igual forma la sigo, el chofer abre la puerta del auto para ella y yo subo después, cuando el chofer emprende camino y sale de la residencia tomo el valor, uno su mano con la mía. Al principio se resiste pero minuto después se relaja dejando de luchar. Cuando llegamos al restaurante ambos

bajamos, ella envuelve su brazo con el mio despreocupadamente y aunque eso no esté muy bien visto ya que en nuestras costumbres las mujeres suelen estar a dos pasos detrás del marido.

Pero esto es una excepción, Gema no es como nuestras mujeres, ella es distinta, es tan extrovertida y bocaza, ella no se dejaría cambiar por nada y yo no quiero que cambie tampoco.

Puede que esto suene cursi pero moriría si ella no llega en algún momento amarme, no sería capaz de sobrevivir si sus ojos no vuelven a mirarme como una vez lo hicieron, temo que se aleje lo suficiente como para no volver a verle y temo por su vida tanto como temo por dejarla sola sin que nadie pueda protegerla.

Sé que ella ya ha pasado por momentos difíciles, lo vi la primera vez que sus ojos se fijaron en los míos, la vez en que escuche su risa y algo en mi despertó, ella no es solo la mujer que elegí como esposa, o la chica que rapte sin vergüenza alguna, Gema Moore es lo que nunca en mi vida creí que tendría, que amaría, y que simplemente se adueñaría de mis sentidos de tal modo que un solo acto de ella me volvería loco.

CAER ENTRE LAS SABANAS DE OMAR ABBARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora