CAPITULO 26

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OMAR.

Miro fijamente al hombre que está sentado frente a mí, Harum y Alon lo han golpeado brutalmente, no suelo ser participe en este tipo de eventos, lo mío son las armas, estar presente en las guerras por lo que dejo a mi hermano Harum hacer el trabajo sucio de los interrogatorios. No hace un tiempo he tenido algunos inconvenientes con los italianos, he estado tratando de evitar todo lo posible una guerra con ellos, pero cada vez que se entrometen en mi camino en las calles de New York no tengo más de otra que enfrentarlos.

No hace unos meses desde que me propuse a conquistarla, ella es mi luna lo que más importante que tengo y ahora con mi hijo en su vientre el futuro de mi gobierno estará asegurado. Sonrió ¿Cómo estará?, ¿pensará en mí? Yo pienso en ella en cada momento, no puedo sacármela de la cabeza por mucho que quiera, pero termino desconcentrándome de la realidad cuando la belleza de mi esposa aparece en mi cabeza.

Termino sacando mi pistola y disparándole en la frente, mi hermano y Alon me miran con su ceño fruncido —¿Por qué lo mataste?, aun podíamos sacarle información —me encojo de hombros.

—No iba a decir nada, ya encontraremos otra táctica para enterarnos de lo que planea los Italianos —prendo un puro —ya estoy cansado de este jodido juego del gato y el ratón. Mándale una carta al don y dile que quiero negociar con él —me doy la vuelta, dispuesto a marcharme, pero me detengo antes —por cierto, ya viene siendo hora de que le pongas fecha a tu compromiso con Hope —Harum me mira neutro y asiente.

—Bien... —me marcho en mi auto y me dirijo a mi casa, tenía planeada pasar unas horas metido en el casino, pero prefiero volver a con mi esposa, necesito verla y saber que esta bien si no la tengo a mi lado siento que me sofoco.

Conduzco por las calles abarrotadas de autos lujosos hasta llegar a la residencia, al entrar me sorprendo verla afuera discutiendo con uno de mis guardias de seguridad.

Me estaciono al frente, al bajarme escucho la discusión acalorada de mi esposa —¡solo quiero caminar por el centro comercial Ramsés, cual es tu maldito problema! —mi guardia se mantiene neutro con su ceño fruncido.

—El señor no me ha dado la orden de dejarla salir, por favor señora regrese adentro —sus pequeñas manos se hacen puño.

—Voy a matarte con mis propias manos —murmura enojada, suelto una carcajada mientras me quedo viéndola, ella se gira si quitar su molestia, baja las escaleras de la entrada para acercarse a mí, va a decir algo, pero rodeo su cintura y la atraigo hacia mí. Ella posa sus manos sobre mi pecho me mira aun enojada, aunque su cuerpo se ha relajado entre mis brazos.

—Quiero salir, y tu maldito guardia no me deja —sonrió aún más.

—Cariño ya es un poco tarde, porque no dejas esa salida para mañana yo mismo te acompañare y te llevare a donde quieras ir —ella suelta un suspiro frustrado y asiente.

—¿Lo prometes? —asiento.

—Lo prometo —ella va alejarse de mi pero no la dejo y la encarcelo mucho mas entre mis brazos —mi alma, no sabes lo mucho que te hecho de menos cuando no estas a mi lado.

—Tus palabras cursis no me harán cambiar de opinión sobre el tema de salir sin tu autorización —dice arruinando el momento, siempre es así, en los instante en que quiero decirle palabras bonitas ella dice mordazmente todo lo opuesto, es como si me odiara y en parte me odia aunque su cuerpo dice todo lo contrario cuando corresponde al mío con melosidad.

—Habibati sabes bien que tengo que controlar tu seguridad, mas ahora que estamos en guerra con los Italianos aunque dudo muchos que los muy desgraciados sean capaces de meterse en mi territorio aunque yo si me meta con el suyo —ella muerde su labio inferior y desplaza su mirada a otra parte.

CAER ENTRE LAS SABANAS DE OMAR ABBARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora