CAPITULO 38

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Somos culpables, culpables de cometer actos atroces y quedarnos callados, somos culpables de aceptar y cargar los pecados de alguien que los comete, somos culpables de no ser capaces de enfrentarnos a ellos por miedo a que seamos reducido a polvo, pero… pero yo no era cualquier persona, yo no seria capaz de bajar la cabeza a pesar de ser cautiva de un hombre cuyo poder sobre pasa el mio.

El poder.

El poder es algo que nos domina y nos mantiene al margen de la humildad. La vanidad, el dinero, son dos cosas diferentes pero que funciona demasiado bien juntas. Tener poder puede otorgarte cosas inimaginables, desde el respeto de la gente, hasta la envidia de ella misma. Hay personas que usan ese poder para hacer daño, incluso para hacer de los demás sus propios esclavos.

Yo era una esclava de ese poder, aunque esta vez una emoción mas entro dentro de la ecuación.

El amor.

No puedo evitar sentir esa cálida emoción, es como si alfo dentro de mi se encendiera y quemara mis entrañas, es como si cada parte dentro de mi se quemaran hasta las cenizas. En qué momento permití que estos sentimientos dominaran una parte de mi que creí congelada, fría y sin vida alguna. En que momento deje que alguien fuera capaz de despertar en mi un sentimiento que fuera un arma de doble filo para mi cuello, él hizo esto, el me hizo esto, y ahora cada vez que lo veía o simplemente lo recordaba la calidez aparece y abraza cada parte de mi como si fuera una manta.

Omar Abbar sería mi perdición y maldición.

Siempre seré el eslabón débil del mundo de mi marido, así que dudo mucho que sea la ultima vez en que sea secuestrada y privada de mis propios deseos.

Pasamos el mayor tiempo en el jardín, es hermoso y frondoso a pesar del clima fresco se sentía muy bien. Amaya estaba recogiendo algunas flores y Leonardo no quitaba sus ojos ni un segundo de ella. Esos dos tienen algo, si es que ya no lo tuvieron, desde esta mañana Amaya ha estado evitando mi mirada y mucho mas la de Leonardo que sin duda no aparta sus ojos de ella ni un solo momento. Él fuego que hay entre esos dos podría quemar todo a su alrededor, pero mi cuñada es obstinada, rebelde, pero a su vez muy culta y pura.

—Amaya… —la llamo. Ella alza su mirada y me sonríe tensa —ven un momento —ella deja el ramo de flores en la grama y se acerca a mí. Cuando se sienta a mi lado poso mi mano sobre la suya —¿crees que tu hermano nos salvara? —pregunto con una punzada de temor, no tanto por mi porque hasta los momentos no me han hecho nada, sino por ella que es tan joven y ha sufrido tanto en ese corto tiempo de su vida.

—Lo hará, ya el idiota De Rosa me lo confirmo —asiento. Miro detrás de mi y lo veo mirándonos. Vuelvo mi mirada a mi cuñada —no te preocupes ellos harán un trato de paz y nos dejarán libre.

—¿Estas segura? —asiente.

—Estoy segura —suelto un suspiro cansado.

—Bien, creo que seria mejor que subiera a descansar, este embarazo hace mella en mi y con el miedo de que nos pase algo el bebé se pone muy inquieto —poso mi mano sobre mi barriga, mi pequeño cada vez crece y crece sin parar.

—Ve, yo seguiré cortando las flores —ella besa mi mejilla y vuelve a lo que estaba haciendo. Me pongo de pie y camino hacia la entrada. Estoy por pasar por el lado de Leonardo pero el hombre me detiene.

—¿A dónde vas reina rubia? —sus escandalosos ojos me miran con diversión.

—A un lugar donde no tenga que ver tu cara de imbécil —respondo igual de odiosa que siempre. Él sonríe y asiente.

—Piensas rápido, estoy seguro que eres el karma del arabito —me da el pase —ya sabes no salgas de las instalaciones que se les fueron proporcionadas. Entro allí sin responderle y subo las escaleras de dos en dos. Cuando entro en la recamara camino hacia la ventana que tiene vista al jardín y espero.

CAER ENTRE LAS SABANAS DE OMAR ABBARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora