CAPITULO 3

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Me despierto de sobresaltada por el estruendoso ruido, lo primero que ven mis ojos es la brillante luz del día, las cortinas están de nuevo colocadas y rodadas dejando que la brisa mañanera entre por las ventanas. La misma mujer que entro ayer esta allí, agachada recogiendo los pedazos de vidrio roto con nerviosismo.

Ella alza la mirada, al verme observándola se levanta y baja su rostro —señorita discúlpeme, no quería despertarla, solo vine a limpiar —murmura sin levantar la mirada. Salgo de la cama y me acuclillo recogiendo los otros pedazos rotos de jarrón para entregárselos.

—No te preocupes, fue un accidente —digo en un perfecto inglés. Ella toma los trozos y los mete en una bolsa en silencio. Termina de organizar el todo y alza la cara para esta vez sí mirarme a los ojos.

—Señorita, el señor no se encuentra en casa pero si me ordeno que le digiera que tiene el permiso de caminar por toda la casa, y que si necesitaba algo, cualquier cosa podría pedírmelo —me quedo callada por un par de segundos antes de responder.

—Dime… ¿Quién es Omar Abbar? —pregunto sin filtro alguno, necesitaba saber quién es en realidad ese hombre para por lo menos saber lidiar con él y con toda esta situación.

La chica sonríe con las mejillas encendidas —el señor Omar es un buen hombre y…

—No me digas nada más… —alzo mi mano para detener lo que estaba a punto de decir —¿buena persona, es enserio?, ese hombre me ha secuestrado, me mantiene aquí en contra de mi voluntad. Por supuesto no es un buen hombre —murmuro cruzándome de brazos.

—Señorita el señor Omar es una persona buena aunque no me crea, y sobre esto pues no tengo respuesta para lo que hizo o porque lo hizo. Lo único que puedo aconsejarle es que no se resista, y adáptese a las exigencias del señor Omar o si no su estadía aquí será muy difícil para usted.

La mujer toma la bolsa y se acerca a la puerta, antes de irse me da una mirada de compasión y después sale cerrando la puerta tras de sí.

Miro a mí alrededor, todo está pulcramente limpio, suelto un sonoro suspiro, me acerco al vestidor y tomo lo primero que veo para después entrar al baño. Me sorprendo al ver la ostentosidad que tiene, desde la ducha, hasta la tina, incluso el inodoro. ¡Joder!, estos árabes tiene una obsesión por lo llamativamente ostentoso.

Me doy una ducha rápida, me cepillo los dientes y seco mi cabello con la secadora. Entre las gavetas del lavado encuentro desde toallas, jabones, he incluso un sed de maquillaje y cosméticos de belleza femenina. Coloco un poco de perfume y descarto el maquillaje. En este momento no tengo ánimos de tapar las ojeras y la hinchazón en mis ojos por tanto llorar, es la primera vez que me ocurre algo así y aunque no me han hecho nada aún tengo miedo, mucho miedo.

Me coloco un vestido blanco, dejo mi cabello suelto, este cae en suaves risos rubios por mi espalda, salgo de la recamara en sandalias baja y me dispongo a alimentar mi curiosidad.

La casa es hermosa, la mayor parte de las paredes son blancas o colores huesos, detalles dorados, jarrones finos, tapices florales y largas alfombras rojas. Todo es tan delicado y pulcro. Bajo las escaleras y sin perder cada detalle camino por el salón, y salgo hacia el jardín verdoso, lleno de flores, palmeras, árboles frondosos. Me acerco a los rosales y arranco una pinchándome el dedo al instante con una de sus espinas.

—Mmm —llevo mi dedo a los labios para chupar la sangre y detener la hemorragia, cuando unos pasos me hizo voltearme con rapidez posando los ojos en el hombre parado frente a mí a unos dos metros de distancia.

—Así que tú eres la nueva adquisición de Omar —me tenso —no pensé que fueras tan bonita, aunque no me gusten mucho las rubias tenía entendido que a Omar tampoco —murmura acercándose más. Retrocedo dos paso pero recuerdo que atrás de mi están los rosales por lo que no tengo a donde correr —por lo visto me equivoque.

CAER ENTRE LAS SABANAS DE OMAR ABBARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora