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Se pasó los siguientes tres días haciendo una lista en su libreta secreta.

La libreta que hechizó con doce años y que sólo podía leer él si la tocaba con sus manos y que sólo se podía abrir del botón metálico si ponía la huella de alguno de sus dedos.

En ella, tenía todas sus pruebas de hechizos y Pociones. Los resultados definitivos, las diferentes pruebas estaban en sus libros de años anteriores. También guardaba registros de otras cosas.

Y ahora tenía una lista autoalargable de sitios donde pensaba follarse a Sirius. Cuando lo hacía ahí, tachaba la casilla que tenía a su izquierda y ponía la fecha a su derecha.

Estaban a día 5 y ya había marcado el aula de Transformaciones, la de Encantamientos (donde compartió clase con Sirius al día siguiente y se pasaron toda la clase lanzándose miraditas hasta que Potter entendió y no sabía que tocar o donde sentarse), la de Runas Antiguas, la de Aritmancia y la de DCAO.

Hoy habían quedado en la de Pociones. Donde pensaba hacerlo tanto en su mesa como en la del profesor, emulando la inventada historia de Sirius sobre que habían roto su tensión sexual en el aula de Química.

Cuando llegó la tarde, y con la confabulación de Lupin y Potter, se coló en casa de Sirius. Para ello, se metió en el túnel del Sauce Boxeador, teniendo un nudo en el estómago todo el tiempo por los malos recuerdos. Llegó a Hogsmeade, se desapareció, entró en la casa usando la llave. Cogió la poción en frascos y marchó por donde vino.

En su libreta normal, en sucio, y con taquigrafía, anotó todo sobre el experimento. Datos personales y físicos de Lupin y luego, muchas más anotaciones. Cenó concentrado en su tarea. Si todo iba bien, podría mejorar la matalobos, estaba seguro.

Pero como siempre, Sirius se metió en sus pensamientos, y el saber que iba a volver a verla le distrajo.

Le iba a volver loco.

Echó los doseles de su cama y no se cambió, a las doce menos cuarto salió despacio intentando no despertar a Mulciber y Flint. Nott estaba de ronda. No tuvo que caminar mucho, el aula de Pociones estaba en el piso de arriba y allí no bajaban los Prefectos excepto los suyos, y entre Slytherin no se traicionaban. Entró despacio e impasibilizó la puerta y silenció todo. Luego levantó la varita e iluminó la estancia.

Sirius le esperaba dentro.

En realidad, ya lo sabía, la había olido antes de entrar. Su perfume personal era inconfundible.

Estaba sentada en su mesa particular. Bueno, la compartía con Nott a veces pero normalmente trabajaba solo. Estaba subida en la alta mesa, con las piernas cruzadas colgando y balanceándose. Su túnica roja estaba en un taburete, en el otro estaba su caldero propio.

No dijeron nada. La mirada de ella lo decía todo: Deseo.

Seguro que estaba loco.

No podía producir deseo en una chica como ella. Era imposible. Pero ahí estaba. Ahí estaban los dos.

Caminó, su miembro ya daba tirones.

Se acercó hasta ella, como la mesa era tan alta, se apoyó en ella con los codos rodeando con sus brazos su cintura. Su cabeza estaba a la altura de la barriga de ella, se dejó caer su regazo, apoyado en su falda. Ella le acarició el cabello.

La de veces que le había llamado pelo grasiento y ahora, ella misma lo acariciaba, besaba, peinaba y a veces, hasta lamía.

Chiflada perra de los cojones.

-Que alta...- Dijo mirándola desde abajo. Ella se rió de manera adorable.

Mordisqueó su torso, con más humor que deseo, buscando hacerle cosquillas. Ella se rió intentando apartarle y pegándole en el hombro. Era de las pocas cosas que no podía controlar de ella. Sirius le pegaba siempre que le hacía cosquillas, era inevitable. Eso le hacía gracia.

Puzzle De FetichesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora