Información Sellada

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En el momento en el que puso un pie fuera de los terrenos y de los hechizos de antiaparación, se desapareció hasta el lejano pueblo escocés de Bankfoot. Avery debió hacer lo mismo, por qué justo en el fin de la puerta, encontró un par de huellas suyas.

Y sólo un par de huellas por que se había desaparecido.

Llegó a las afueras del lluvioso pueblo montañés. Flotando en la escoba bajo la tenue lluvia fría.

Sabía, por suerte para su buena memoria, que Dunkeld estaba cerca de Bankfoot. Y lo sabía por que había estado, siendo muy niño, en Waterloo y sus alrededores, con sus padres.

Lo recordaba todo más grande, supuso que por que ahora era, como poco, diez años más mayor que aquel verano que tuvo que venirse a un pueblo alejado de la civilización por el trabajo de su padre.

La única vez en su vida que tuvo algo parecido a "vacaciones". Aunque, como en todos los sitios, los niños muggle se metieron con él. Por ser extranjero, raro, pobre y no hablar gaélico.

Pero bueno, se vengó, derribando con su magia aquel bonito fuerte de palés, ramas, planchas, rocas y barro. Tuvo la picardía de dejarles acabarlo. Luego, cuando ellos creían que podrían disfrutarlo, un árbol cayó muy convenientemente encima de toda la construcción.

Escocia. Verano. Lluvias torrenciales.

Un accidente, obviamente.

Un accidente que dejó varios huesos rotos, conmociones, esguinces y lágrimas.

Un simple accidente.

Si no estuviera en una situación tan extrema, se hubiera reído al recordarlo.

Salió volando llegando a la zona, sobrevolando árboles, carreteras, granjas de ovejas, pueblos, casas, animales y personas... Buscaba rastros de magia.

No le fue difícil hallarlos en una zona tan deshabitada, lo notaba en el ambiente, esa vibración interna que siente un mago cuando nota fuertes ráfagas de magia.

Como los hechizos que se necesitan para esconder una vivienda de brujos de los ojos muggle, por ejemplo.

La vio, escondida en el espeso bosque, con un muro de piedra y rejas negras con enredaderas florecidas. Tenía las tejas rojas llenas de moho como la piedra de la edificación. Las ventanas estaban cerradas, semi sucias, con las cortinas echadas.

Había pisadas justo en la entrada.

Bajó a una distancia prudencial y escondió en un árbol cercano, y mágicamente protegido, la escoba con la capa.

Miró el paquete que le había tendido Regulus. Lo desenvolvió y vio una varita de Castaño Sativa de color claro. La olió y pudo notar el cabello de cola de unicornio vibrar en su interior.

En seguida lo entendió.

Miró la suya de pino negro y fibra de corazón de dragón- Lo siento, amiga...- Notó como la varita se "quejaba", no era algo físico pero lo sabía- Se que quieres vengarte con tantas ganas como yo pero, si nos cogen, no pueden pillarte con lo que voy a hacerle a ese hijo de puta... Acabaríamos en Azkaban y no podemos permitirnos eso... Tenemos que cuidar de Sirius, lo prometimos...- La puso contra su nariz y cerró los ojos- Y nosotros no rompemos nuestras promesas... Pero prometo llevarte a jugar con algunos muggle cuando todo esto pase...- Se rió solo.

La guardó en su bolsillo y escribió la ubicación en el espejo para Regulus.

Usó la nueva varita un poco, al principio se resintió pero cuánto más claro era su objetivo, parecía que la pieza de madera cedía y tenía un sino claro.

Puzzle De FetichesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora