Su corazón se aceleró y luego se paró.
Luego, se volvió a acelerar.
En automático, entró y cerró la puerta tras de él sin girarse.
Notó como la sangre le subía a la cara y quizás se había sonrojado pero no podía controlarse. Se le ensordecieron los oídos, se le durmieron los dedos, se le secó la boca.
Estuvo a punto de lanzarse de rodillas frente a la chica que estaba delante de él.
Era... Era...
No había adjetivos en el mundo para describir tamaña belleza.
Sirius.
Su preciosa Sirius.
Estaba... Santo Salazar Slytherin... Estaba irremediablemente bella.
Como algún tipo de ser celestial... O infernal, surgido en la Tierra solo para él.
Quiso meterla en una vitrina de cristal con cortinas y que nadie pudiera verla.
Su piel estaba sin sus marcas, seguramente con un Glamour, con una especie de brillo en él. Extrañamente, más que importarle que no tuviera una sola marca suya, solo se le alborotó el corazón de saber que tenía un lienzo en blanco donde comenzar una obra de arte hecha con sus dientes.
Tenía el pelo suelto, con ondas que le recordaban a las pequeñas olas verdes que chocaban contra las ventanas de su habitación en Hogwarts. Como algas en movimiento bajo las aguas. Se había hecho algún tipo de trenza que rodeaba su cabeza como una pequeña tiara con mechones que caían con gracia sobre su cara. Sus pequeñas orejas se perdían entre sus hebras negras pero podía vislumbrar unos pendientes de plata largos con diamantes.
Estaba tan bonita y angelical. Tenía las pestañas más largas de lo habitual, dándole a sus ojos un aire irreal. Si su color ya era antinatural, con esos ojos ligeramente delineados de negro, parecía un extraño ser o criatura fuera de la realidad. Tenía los labios formando esa graciosa "o" algo abrillantados y jugosos.
Era preciosa.
Pero el resto.
Bueno el resto no, el conjunto de todo.
Llevaba un vestido largo, negro. Y seguro que llevaba tacones de los altos pues la veía mucho más alta de lo normal. Era un vestido hasta el suelo, de falda con cancán y vuelo, negro mate pero con una tela trasparente tipo forro y con purpurina por encima. La parte de arriba era muy, muy apretada. Con un corsé ajustadísimo y con mangas que le llegaban hasta las uñas largas y pintadas de negro adornadas con anillos negros y de plata. Se le veían los hombros, la clavícula y sus dos preciosos pechos apretados y subidos hasta arriba pareciendo mucho más grandes de lo que eran.
Quiso meter su lengua, y lo que no era su lengua, entre medias de esos dos montes. Quiso deslizar su lengua por sus hombros desnudos, viajar hasta sus pezones y torturarlos mientras la masturbaba con una mano y la ahogaba con la otra mientras le prohibía gritar.
Maldita sea.
Estaba loco por esa chica de infarto.
¿¡Cómo podía presentarse así ante él!?
Iba a marcarla tan fuerte esa noche.
Iba a empezar el año escuchando a su chica perfecta gemir con fuerza.
Quería hacerla sangrar. Quería hacerla gritar su nombre entre embestidas.
Era toda una princesa sangrepura bella, sumisa y delicada.
Solo para él.
Él era un Prince, mínimo se merecía a alguien tan bella como Sirius. Aunque dudaba que hubiera alguien tan bella como Sirius.
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Puzzle De Fetiches
RomanceEl joven Severus Snape tiene un fetiche. No es un fetiche muy raro. Y tampoco le hubiera extrañado a nadie que lo tuviese dado que, al fin y al cabo, vivía en el límite de las Artes Oscuras. La jovencita Sirius Black tiene un fetiche que es absoluta...