El sol había salido desde hacía algunas horas, las investigaciones de los vigilantes no habían revelado algo que arrojara algo de luz sobre los causantes de las explosiones y nada había sido robado. Todo parecía indicar que los sucesos de la noche anterior no habían sido más que un atentado contra Piltover, pero…, ¿de quién? Jayce no lo sabía, había pasado la noche en vela intentando averiguar algo, encontrar un patrón, entenderlo, pero ni con todo su desarrollo Hextech lo había conseguido. Estaba en un callejón sin salida.
El agua de una ducha matutina pareció devolverle algo de su serenidad, la suficiente como para vestirse apropiadamente y dirigirse a la Mansión Kiramman; iba a darle a Tobías la noticia de que había retirado toda la vigilancia sobre él, y disculparse por su comportamiento todos esos años.
Jayce se adentró en el jardín delantero de la casa, subiendo la escalinata y tocando la puerta, dejando salir un suspiro mientras esperaba que Tobías atendiera. No fue hasta la tercera vez que tocó sin obtener una respuesta que la preocupación creció en él. Caminó hacia la piedra al lado de la escalinata, rodeada por otras tantas que disimulaban su existencia, y se alegró al ver que Tobías no había cambiado la llave de repuesto de lugar. Cuando abrió la puerta, la casa se encontraba en penumbras, la iluminación dependiendo únicamente de los rayos del sol que entraban por la ventana.
—¡Tobías! —llamó Jayce, obteniendo silencio como respuesta.
Tragó en seco y se adentró más en la familiar casa. ¿Cuántas veces había estado allí antes? Demasiadas como para no conocer el rumbo hacia la habitación del hombre mayor. En el silencio sepulcral, sus pasos sonaban contra la madera, haciendo que su piel se erizara. ¿Así había vivido Tobías todos esos años? ¿Sintiendo el eco de sus pasos?
Jayce sintió un nudo crecer en su garganta al ver desde el pasillo la puerta abierta de estudio de Tobías. Su mano temblaba cuando empujó la puerta lentamente, observando un estudio silencioso, y una imagen escabrosa: Tobías, sentado en su silla, su cabeza apoyada en el escritorio, su frasco de pastillas desperdigados por el suelo, al pie de donde su mano colgaba.
Corrió hacia él, moviéndolo, buscando el pulso, algo que le dijera que el padre de la mujer que había sido su mejor amiga todavía estaba vivo. Lo encontró frío, sin pulso, sin vida, con un rastro de sangre que había salpicado sus labios y parte del escritorio. Lo que fuera que lo había enfermado, lo había matado. Jayce no se percató de que estaba llorando sino hasta que sus lágrimas cayeron de su rostro, alcanzando sus manos, cerradas en puño sobre sus muslos, notando así que en algún momento se había arrodillado al lado del cadáver.
Allí, viendo el cuerpo sin vida de Tobías, la culpa atacó contra Jayce con ferviente fuerza. ¿Qué había hecho él por hacer la vida de este hombre dolido un poco más llevadera? Nada, no había hecho nada.
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Viktor abrió la puerta de la habitación, entrando con un semblante serio que Ekko no le había visto antes. Tenía las ojeras más grandes y oscuras, estaba cojeando ligeramente, aun cuando llevaba las varas y cintos que sostenían su pierna para que no cojeara, se veía cansado, sucio, casi derrotado. Ekko supo que algo muy malo había pasado cuando lo vio. Por unos minutos, ninguno dijo nada, Viktor miró a los ojos de Ekko en busca de algo, quizás una opción diferente, pero la rendición lo alcanzó demasiado pronto.
—Jinx está muriendo —soltó Viktor de golpe, observando como Ekko se ponía rígido allí, de pie en el centro de su celda, su respiración volviéndose tan lenta que Viktor temió que se desmayaría en cualquier momento—. Necesita sangre y tú tienes su mismo tipo, puedo forzarte a dársela, puedo tomarla si quiero, pero ya no tengo fuerzas para esta lucha, Samira está ocupada borrando nuestros rastros y los soldados humanoides serían más un estorbo que una ayuda. Así que estoy aquí, pidiéndote que lo hagas por voluntad propia.
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Arcane: El renacimiento.
FanfictionPiltover y Zaun colapsan en desgracia después de la explosión causada por Jinx, haciendo que Caitlyn y Vi se vean atascadas en medio del dolor y las responsabilidades. Con un reloj contando el tiempo que les queda juntas antes de que ambas naciones...