Capítulo 42- Secreto de guerra.

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Sus caderas se movían firmes de adelante hacia atrás, girando por momentos en círculos, subiendo y bajando por la gruesa longitud de su miembro. Sus gemidos ahogados se mezclaban con el sonido de la carne golpeando rítmicamente, las manos oscuras que se aferraban a sus muslos, a su trasero, a sus caderas, ella sabía que una vez más estaría cubierta de moretones pequeños en la forma de los dedos de Ekko, pero eso no parecía molestarla.

¿Cuánto tiempo llevaban haciendo aquello?

¿Cuántos años llevaba él encerrado en aquella celda?

El sudor corría por sus pieles, las embestidas de Ekko se ajustaron a cada subida y bajada de Jinx. Ella enterró sus uñas en su espalda, abriéndole la piel en rasgones dolorosos que lo hicieron gruñir y penetrarla con furia, más profundo, más fuerte. Sus cuerpos temblaron, Jinx se tensó, apretando a Ekko contra ella, haciéndolo sentarse para sentirlo más cerca, contrayéndose sobre su miembro mientras un orgasmo casi tenebroso sumía su mente en una nebulosa calma, arrastrándolo a él con ella, sintiendo sus entrañas calientes con su corrida.

La calma reinó por unos instantes, sus respiraciones pesadas siendo el único sonido dentro de aquel lugar, hasta que Jinx empujó a Ekko nuevamente sobre la colchoneta en el suelo y salió de encima suyo, tirándose a su lado, dejando que los dedos más gruesos trazaran arabescos sobre su espalda, o pasaran por encima de cada línea de los tatuajes de nubes.

Ella lo miró y por un instante Ekko juró que sus ojos no eran de ese violeta letal que siempre tenía, sino de un azul inofensivo que lo había acompañado en su infancia. Era en esos momentos, después de horas de sexo, cuando el clímax los agotaba, que Ekko creía ver un rastro de Powder en la mirada de Jinx.

—Me extrañó que vinieras hoy —comentó él dubitativo, cauteloso ante la reacción que ella podría tener—. Pensé que habías dicho que pasarías la semana con tus artefactos, mejorándolos.

—Lo iba a hacer, pero me llegaron buenas noticias en la mañana —respondió Jinx, levantándose y dirigiéndose al baño que había incorporado dentro de la celda hacia unos años, le era más fácil que tener que venir a custodiar los horarios de baño y ducha de Ekko.

—¿Qué tipo de noticias? —aunque intentó encubrirlo, Jinx notó la preocupación en la voz de Ekko.

—Después de todos estos años encerrado, y todavía te preocupas por esas cucarachas que eran tus amigos —Jinx sonrió ladinamente, abriendo la ducha y dejando que el agua amortiguara sus palabras—. Si realmente quieres saber, te lo diré, no es como que puedas hacer nada desde aquí adentro —continuó diciendo Jinx, sintiendo la mirada de Ekko sobre ella cuando lo vio pararse en la puerta—. Samira tenía pequeños espías en Zaun vigilando a la chica, y al parecer, esta mañana logró lo que tanto esperábamos. Supongo que catorce años es una edad apropiada para finalmente dominar su magia.

—¿Qué significa eso? —el tono acusativo de Ekko puso a Jinx a la defensiva, cerrando la ducha y mirándolo mortíferamente, volviendo a esconder la poca vulnerabilidad que mostraba cuando estaban juntos.

—¿Realmente quieres saber? —Jinx se acercó a él, su mano deslizándose por el cuello de Ekko, sus uñas acariciando tentativas la nuca de este, disfrutando de ver su piel erizarse—. Significa que el tiempo ha llegado. Es hora de poner en práctica un par de experimentos.

Las uñas de Jinx se encajaron en la piel de Ekko, enterrándose dentro y tirando de él hasta empotrar su cabeza contra la pared, lanzándolo al suelo. Vio la sangre que manchó el piso, pero ella permaneció inmutable mientras salía de la celda, aun desnuda, sin preocuparse en tomar sus ropas siquiera, dejándolo solo y encerrado una vez más. Desde su posición en el suelo, Ekko se cuestionó una vez más el haber salvado a Jinx hacía nueve años. De no ser por él, todo aquello habría acabado; creyó tener una oportunidad en traerla de regreso, en alcanzar a Powder, se había equivocado.

Arcane: El renacimiento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora