Epílogo- es un hasta pronto.

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El disparo resonó en el aire, el objetivo puesto a setecientos metros cayó al suelo en una estrepitosa colisión del metal sobre la roca. Caitlyn se incorporó con una sonrisa engreída, apreciando la capacidad de su nuevo rifle. Había sido un regalo de Jayce, había estado mejorando las capacidades de Hextech con el ingeniero nuevo que había llevado para Piltover.

Vi solía decir que Jayce solo lo quería porque el chico le había diseñado un brazo increíble, pero Cait no la vio quejarse cuando aceptó los guanteletes de Altas mejorados que Jayce envió junto con el rifle de Caitlyn.

Escuchó a lo lejos la risa infantil de Zeri, la pequeña de cabellos rubios que apenas estaba aprendiendo a caminar y se caía cuando estornudaba si estaba de pie. Miró hacia atrás, encontrando a Sylas con la niña sobre sus hombros, siendo seguido por Lux, quien avanzaba dando una serie de explicaciones que Cait sabía que Sylas y su hija no estaban atendiendo, pero nadie se atrevería a decírselo a ella.

Cait soltó una risa queda antes de guardar su rifle y empezar el camino de regreso al bar, debía de arreglar algunas cosas para esa noche. Estaban ofreciendo un espectáculo especial en conjunto con el Casino de Lux, y Katarina había insistido en viajar una semana antes con Garen, avisando que solo regresaría esa misma noche para disfrutar del evento.

Cait entró en el bar y saludó a los meseros que ya se encontraban organizando las mesas y limpiándolas, reacomodando algunas de estas para hacer espacio para las muchachas del burdel que darían el espectáculo allí. Bajó las escaleras mientras sus dedos tiraban de la liga que sostenía su cabello, el cual caía largo hasta mediados de su espalda. Entró en la habitación, soltando el rifle en el armario y sonriendo al ver a Vi salir del baño con su ropa de entrenar.

—¿Negándote a envejecer? —bromeó Cait, repasando con la mirada la tela ajustada de la ropa y la manera en que marcaba los músculos de Vi.

—Perdona, pero algunas estamos intentando mantenernos lo mejor en forma posible para cuando alcancemos los cuarenta —repuso Vi, sonriendo mientras se acercaba a Cait y acortaba la distancia entre ellas, sus labios deteniéndose a milímetros de los de Cait, sintiendo el roce de sus bocas—, aun si para ti ya ese tiempo pasó.

La protesta de Cait se ahogó en el beso rápido que Vi dejó en sus labios antes de verla correr escaleras arriba, lejos de su alcance y de sus gritos. No era que a Cait le molestara su edad, pero a ellas les gustaba bromear de esa forma una con la otra, fingiendo estar mortalmente ofendidas para obtener compensaciones y mimos a cambio.

Cait negó con la cabeza en un gesto suave mientras la sonrisa tiraba de sus labios, se acercó a la cómoda y reacomodó su cabello en un moño alto, quitándose los aretes y las muñequeras para ir a tomar una ducha. Sus ojos se detuvieron en la foto de Cassidy que estaba pegada al espejo.

Era de hacía cuatro meses atrás, la había mandado con una carta que hablaba sobre su nuevo destino: Shurima, y se quejaba de haber pasado demasiado tiempo en Aguas Estancadas. La carta había llegado el día del cumpleaños de Cassidy, probablemente ella lo hubiera preparado así, ya tenía dieciocho años.

Cait y Vi la extrañaban enormemente, hacía tres años que había partido y no había regresado. Sabían de ella con frecuencia, les contaba cada detalle de su vida, incluso aquellos tan privados que hacían escandalizar a Cait y divertían a Vi, pero no era lo mismo que tenerla allí con ellas. Incluso Ava por momentos levantaba la cabeza y miraba a la distancia, esperando el día en que ella apareciera.

Cait dejó escapar un suspiro, tomando una de las flores de lis moradas que recolectaban del borde del riachuelo y abriendo la ventana, encontrando a Ava acostada debajo de esta, sus ojos cerrados harían pensar que dormía, pero el mínimo movimiento hizo que alzara la cabeza y mirara a Cait con brillantes ojos suplicantes.

Cait sonrió, lanzándole la flor y acariciando la cabeza de Ava. Ella se giró para ir al baño, tomándose un segundo para lanzar una navaja hacia el panel de objetivos que estaba en la pared opuesta de la habitación. Vi lo había puesto allí para que Cait practicara acertar en el blanco con algo que no fuera un rifle de larga distancia.

El cuchillo giró, resbalando de entre sus dedos, cortando el aire y enterrándose en el centro rojo más pequeño de todos los círculos. Cait no pudo contener la sonrisa victoriosa que se extendió por sus labios, y así se sintió de mucho mejor humor para entrar a su ducha, no llegando a ver como Ava elevaba la cabeza y sus escamas se ponían erectas de la emoción, un silbido bajo llamando a la dragona, que rápidamente se alejó de su puesto debajo de la ventana, yendo hacia aquellas manos familiares.

                             ♧

Vi entró en el centro de entrenamiento, había estirado y calentado su cuerpo, dedicado un tiempo a correr por los alrededores, pero ella lo que realmente quería era exprimirse a sí misma en la máquina de golpes. Tomó largos tragos de agua a temperatura ambiente, refrescando la sequedad de su garganta después de la carrera contra sí misma, y pasó a envolver sus brazos y puños. Ya no cubría la cicatriz de la quemadura de su brazo izquierdo, aunque nadie parecía nunca incómodo de verla, excepto cuando iba a entrenar dando golpes a los cojines de boxeo.

Se giró hacia la máquina, tranqueándose el cuello en un movimiento firme, y avanzó, subiendo la escalinata y encendiéndola. Los brazos mecánicos empezaron a moverse enseguida, y también Vi, asestado golpes fuertes y veloces en cada uno de ellos, no fallando en ninguno, haciéndolos retroceder ocasionalmente.

El sudor perlaba su piel, descendiendo por las líneas de sus tatuajes, su respiración se aceleraba gradualmente hasta arderle el respirar y sus músculos se tensaban en un reclamo por el exceso de ejercicios, pues Vi no daba tregua en sus golpes. Su puño impactó en la placa metálica del centro, ganando sus últimos puntos antes de que la máquina se detuviera. Vi escuchó las placas de la puntuación girando, hasta que la última sonó.

Tenía una sonrisa engreída en el rostro, estaba segura que ese había sido su mejor entrenamiento en la historia, tenía que haber roto su propio record. Sus ojos se alzaron hacia el marcador, y Vi sintió su cuerpo congelarse cuando la ansiedad la invadió. En el tercer lugar estaba Pow, como había sido desde hacía años, y en el segundo lugar estaba Vi con su puntuación actual.

Sintió el sonido de la puerta abrirse, cerró los ojos, una lágrima solitaria escapó y rodó por su mejilla. Vi escuchó el jadeo feliz de Ava fuera del centro de entrenamiento, y la puerta se volvió a cerrar. Todo quedó en silencio, no alcanzaba a oír más que su propia respiración, los latidos de su corazón o la circulación de su sangre en sus oídos.

Lentamente, regulando su respiración, Vi volvió a abrir los ojos, mirando hacia el marcador, asegurándose de que no era una alucinación lo que veía: el puesto número uno era CPK. Contuvo un sollozo, inspiró profundamente y dejó escapar el aire en un suspiro silencioso, girándose, enfrentando la imagen encapuchada parada detrás de ella, esos ojos tan similares a los suyos propios observándola con añoranza.

—Hola, mamá.

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Para los que se preguntan por qué permití que una nena de 15 se fuera de paseo por Runaterra sola, la respuesta está en el capítulo final y la aceptación de Caitlyn sobre esto.

Además, considerando que solo estuvieron juntas 3 meses antes de enterarse del embarazo de Caitlyn y meterse en tanta guerra y tensión, Cait y Vi se merecían un descanso donde solo tuvieran que ser ellas dos juntas.

Dicho esto, hemos llegado al fin.

Pronto les traeré un capítulo extra de Cassidy y sus aventuras en sus viajes, si les interesa. Déjenme saber pues.

Arcane: El renacimiento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora