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Into The Groove envolvía todo el lugar, invitando a la gente a bailar y a rozar sus cuerpos. 

—Ven, vamos por una cerveza —tomó su mano y lo arrastro a la barra, entregándole la identificación falsa. 

Frunció el ceño, viéndola más detalladamente —¡Maldición Robin! Este tipo ni siquiera se parece a mí y dice que tengo 25 años ¡No van a creerme!

—¡Por dios Harrington! ¡Tranquilízate! ¿En verdad crees que aquí son todos mayores de edad? ¿O que acaso les importa que lo seas? El antro busca dinero y nosotros, los jóvenes, lo tenemos. Es el negocio perfecto. Ahora relájate y diviértete. 

Robin se encaramo en la barra y pidió dos cervezas, qué el bartender no tardo en entregarle. 

—Ten, bebe y diviértete. Experimenta. Pasa un buen momento Steve. Y descúbrete a ti mismo —Robin lo tomó de la cara y le plantó un beso en la mejilla, desapareciendo entre la gente. 

Se apoyó en la barra, bebiendo su cerveza, y admirando el ambiente.

Todo era tan brillante, tan chispeante, tan divertido, que lo hizo sonreír. La gente no se fijaba en lo que hacían los demás, cada quien estaba metido en sus asuntos y nadie molestaba a nadie. Era casi perfecto, a excepción del evidente olor a cigarrillos y alcohol en el ambiente. 

Vio a tres chicos besarse al ritmo de la música. Y a otro bailando en el medio de la pista con un vestido de lentejuelas puesto sobre la ropa. 

Era casi como estar en otro mundo. Un mundo lleno de colores vibrantes y música atronadora. Un mundo construido a base de pura alegría y aceptación.  

—¡Hola guapo! —escucho una voz entre el alto volumen de la música y los gritos de la gente. 

Volteo a ver, encontrándose a un chico un poco más bajo que él, alborotado cabello castaño y unos innegablemente hermosos ojos azules. 

—¿Me hablas a mí? —se sintió un poco estúpido al preguntar. 

—¡¿A quién más si no es a ti?! —apenas podía escuchar al chico.

—¡Lo siento, no puedo escucharte bien! 

El chico le hizo una seña, tomándolo de la mano y llevándolo hacia una esquina del antro donde la música no llegaba con tanta intensidad.

—Ahora sí, me llamo Dylan ¿Tú cómo te llamas?

—Soy Steve. Un gusto conocerte. 

—¿Es la primera vez que vienes verdad?

—¿Cómo lo supiste?

—Bueno, en parte por tu vestimenta y en parte porque vengo todos los sábados y jamás te había visto por aquí —Dylan le sonreía abiertamente. 

Observo su ropa, percatándose de lo diferente que se debía de ver al resto de la gente, Dylan, por ejemplo, llevaba puesta una camisa rosada que parecía haber sacado del guardarropa de su madre y unos ajustados pantalones rosados de cintura alta.

—Sí, bueno, no estaba preparado para la ocasión.

—¿Has venido solo?

—Eh no, he venido con una amiga, que asumo ha de estar bailando en la pista de baile —dio un escaneo rápido a la pista, sin poder localizar a Robin. 

—Oh vamos, dime la verdad, no te juzgaré. Todos vienen por primera vez con "una amiga".

Suspiró, encontrándose algo acorralado —Bien, solo para que sepas, sí vine con mi mejor amiga, pero también vine a experimentar. Tú sabes de lo que hablo. 

Bite MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora