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Entró en casa, suspirando. No iba a quedarse de brazos cruzados, tenía que hacer algo. Necesitaba hacer algo. 

Un ruido de vidrios rotos proveniente del ático lo puso alerta, tomo su bate de béisbol y subió las escaleras lentamente. 

Abrió la trampilla y entro en la que había sido la guarida de Eddie durante más de 3 meses. 

Encendió la luz y casi se va de espaldas al ver lo que vio. Allí, tirado en el piso de su ático había un Demobat.  

¿Qué hacía una de esas cosas en Hawkins? Y lo más importante ¿Qué hacía una de esas cosas en su ático? 

Recordó lo que dijo Owens, los Demobats eran independientes de Kas, por ende, este no tenía control sobre ellos y ellos decidían si rendirle lealtad o no. 

El murciélago emitió un agudo chillido, obligándolo a soltar el bate de beisbol y taparse los oídos.

—Está bien, está bien. No te hare daño. 

Mostró sus manos libres quedándose completamente quieto, no quería arriesgarse a ser mordido otra vez. 

Algo llamo su atención en aquel pequeño monstruo, estaba herido, su cola parecía haber sido cercenada. 

—¿Estás herido? ¿Me dejas acercarme?

Definitivamente se había vuelto completamente loco. Estaba frente a frente con un Demobat, un monstruo del Upside Down e intentaba comunicarse con él, como si fuera un perro o un gato. 

Recordó cuando Dustin había adoptado a aquel Demodogo y como al final, cuando huían de ellos, Dart lo había reconocido y lo había dejado ir sin dañarlos. 

Suspiró, pero si había algo que podía hacer, entonces probablemente ese Demobat podría ser de ayuda. 

Solo necesitaba ganarse su confianza. 

Lentamente salió del ático y fue directo a la cocina, del refrigerador saco un bistec, él no lo comería y necesitaba ganarse a esa pequeña bestia. 

Subió las escaleras de nuevo y se sentó frente al murciélago.

—Oye amiguito ¿Tienes hambre? —le mostro el bistec, arrojándoselo a su lado, no tenía pensado acercarse. 

Observo atentamente como el Demobat se devoraba el bistec y luego, de un momento a otro, se abalanzó sobre él. Pensó que lo atacaría, pero grande fue su sorpresa cuando el murciélago simplemente se posó sobre su regazo. 

—Mira, estás herido ¿Me dejas curarte? 

Rasgo un pedazo de tela de una de las camisetas destrozadas de Eddie y con cuidado vendo la cola cercenada del Demobat. 

—Eso es. Tú pareces ser amigable.

Colocó su mano allí y de un momento a otro la bestezuela froto su cabeza contra su mano.

Fue como tocar a una gelatina cubierta de moco, viscoso, blando y frio. 

—Me dijeron que ustedes son independientes del demonio vampiro, pero que pueden jurarle su lealtad. Tal vez tú puedas ayudarme a encontrarlo. 

Y fue como si el Demobat lo entendiera, porque comenzó a ponerse inquieto. 

—Tranquilo amigo, probablemente tu no querías verte envuelto en todo esto y te hirieron ¿Verdad?

El Demobat escalo por su pecho hasta posarse en su hombro, apretándolo con sus garras. 

—¿Entonces en un sí? ¿Sabes dónde está el gran vampiro? ¿Me llevarías? 

Bite MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora