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—John, al menos saluda. Llevas dos semanas así con Alexnader— dice Hale apoyado en la pared algo deprimido.

Durante esas semanas todo ha ido estúpidamente mal. Los padres de Tallmadge se enteraron de lo que se traía entre manos con Hale y ya no lo llevan a la escuela, están esperando a poder cambiarlo de lugar, y es común el día que Hale está llorando en el recreo sobre John, Gabriel y William.

—Es que... ¿y si no lo vuelvo a ver?— dice siempre llorando sobre sus amigos. —Le han quitado hasta el teléfono, todo es terrible...— y a John solo le queda consolarlo todos los días.

Mientras tanto, John siente que quiere patear la vida, pero más bien, la vida le patea a él.

—Jack, un gusto— dice Francis asustando al de ojos azules al cerrar la taquilla.

—¿Qué demonios quieres? No me llames Jack— dice de manera cortante.

—Me enteré que tú y Alexander...— dice haciendo un gesto con la mano para indicar que terminaron. —Supongo ahora estás disponible— bromea apoyándose en las taquillas.

—¿Quién te dijo?— Pregunta John cerrando su taquilla de golpe. —Seguro fue Alexander— dice dándose un cabezazo contra la taquilla.

—Las noticias vuelan. ¿Tienes algo que hacer esta tarde?— Pregunta mirando atentamente a Laurens y justo por detrás aparece Gabriel en búsqueda de John y Francis deja de estar en su pose de coqueteo para verse totalmente calmado, sereno y agradable al mirar a los ojos de Gabriel.

—Vamonos, Gabri— Dice John colgando su mochila de su hombro izquierdo y ambos empiezan a caminar hasta que Francis toma la mano de Gabriel y este último le hace gesto a John de que no se preocupe.

—Gabri...— susurra Francis tomando la mano del más bajito y llevándola cerca de su cuello un momentito para luego apachurrarla con la mejilla y darle un pequeño beso, soltar delicadamente la mano del joven y verlo desaparecer por el pasillo. —Te quiero.

***

—¡Plumita!— Grita Madison riendo. —¡Ven aquí si tienes huevos!— Le grita a John por el pasillo y John sin resistirse lo más mínimo va.

—¿Te metes conmigo? — Pregunta John plantándose delante del joven intimidandolo un poco. La altura y condición física de John son más favorables en ese momento.

—Hey, tío, deja de acosarle de una puta vez— dice Jefferson empujando a John hacía atrás mientras la multitud sale del instituto. —Ni respirar deberías poder, ni derechos deberías tener. El pobre niño que se ofende porque le digan la verdad. ¿Qué quieres que te demos caricias porque no puedes soportar un golpe? ¿Qué vas a hacer ahora sin Alex? ¿Quedarte solito?

—Alexander no es el centro del planeta— afirma John dándole un codazo a Jefferson que le devuelve una patada.

***

—Te prometo que no me sale. Lo llevo intentando toda la semana— asegura Martha enseñando un paso bastante complejo. —No entiendo como lo haces.

—Tal vez porque yo entreno salto y llevo años haciéndolo— asegura John y Martha resopla volviendo a intentarlo. —Tienes que saber hacer el salto de la manera que te expliqué.

—Podrían enseñarnos eso a las chicas también, se ve súper bonito— dice Martha volviéndolo a intentar.

—Bueno, y los hombres podríamos bailar en puntas y mira. Aquí levantando a las chicas y haciendo saltos— dice mientras se apoya en un pilar

—Un, dos, tres, cua— dice Martha bailando. —¿Por qué siempre estás tan cansado? Ni siquiera me puedes mantener. ¿Qué te pasa? ¿Aún no estás bien?

—No es eso, Martha, solo últimamente todo va mal— afirma John sentándose en el suelo. —De nuevo todo va fatal. Quiero alejarme de Alex, pero si lo hago me da miedo que recaiga de nuevo y no coma. Me sentiría culpable, aunque fue él quien me mintió descaradamente...

—No te preocupes por él, si no te valora como persona que eres es su problema— dice Martha animando al rubio. —¡Will y yo tendremos que hacer una noche de pijamas para animarte!— Asegura Martha sacando su teléfono.

—No es necesario, tia— susurra John en su depresión mental y finalmente, se rinde ante Martha y terminan organizando una pequeña fiesta de pijamas en el cuarto de John, la cual se basa en John llorando por Alexander toda la noche y William y Martha dándole abrazos.

—Venga, Jackie. Tal vez debes decirle a tu madre...— murmura Martha. —Te ves estúpidamente mal.

—No tienes la culpa de lo que le pase a él.

—¿Pero y si se hace daño? Will, no entiendes— murmura John.

—Coño, Jack, ¿y qué? ¿Qué culpa tienes? Disfruta tu vida, descansa un rato. Apaga ya las luces y nos preparamos para dormir y nos contamos chismes— dice William.

—Él se pierde a este semidiós griego que tiene aquí— dice Martha mientras John se quita la camisa para irse a dormir.

—No seas tan dramática, Martha. Gracias por animar, pero no digas bobadas— murmura John.

—Das asco. Siempre: "ay, no estoy tan bueno" y estás como un puto modelo de revista. Me das asco pero te quiero— dice Martha haciendo reír a William.

—Señor abdomen definido— dice William a modo de burla cariñosa. —Ya me gustaría a mí.

—Así estás genial— asegura John acostándose entre ambos y abrazando a los dos. —Will, ¿piensas soltarme ya el abrazo?

—No, quédate aquí.— Dice hundiendo su cara en John. —Eres cómodo— murmura y John ríe levemente mientras le abraza un poco la cabeza y le acaricia el cabello. —Tonto.

—Yo también te quiero, Will— Dice John y Martha se ríe.

***

El número tres | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora